Echando
un vistazo a los ganadores españoles de los distintos galardones de concursos
de vinos, abruma la cantidad de vinos que se producen por decena o centenares de
miles de botellas, es decir, bodegas industriales como Félix Solís,
García-Carrión, Freixenet, Grupo Zamora (Ramón Bilbao), grandes cooperativas,
etc. Los reconocimientos son en todas las categorías, desde la más alta a la
más baja, da igual, ahí tienes un vino que no pasa a ser mediocre codeándose
con grandes vinos. Tomando el ejemplo del vino de la entrada anterior, el
Marqués de Carrión reserva, Decanter le puntúa con 92 puntos y le otorga una
medalla de plata. Este mismo concurso da el mismo reconocimiento a un
Termanthia 2014, pero mientras este último se vende por unos 250 €, el Don
Simón embotellado cuesta ¡20 veces menos!, unos 12€, ¿realmente alguien se
puede creer que ambos vinos tienen la misma calidad? Sinceramente, no he
probado ninguno de los dos, pero me resultaría muy difícil de creer que ese
vino en concreto, el de 12€, sea comparable al otro que cuesta 250€. Y lo peor
es que hay ejemplos parecidos en casi todos (por no decir que todos) los
concursos, vinos mediocres con puntuaciones idénticas a vinos que tienen un
reconocimiento muy superior, tanto por los expertos como por los iniciados, y
esto tiene su miga.
Al final la sensación es que nos encontramos con dos
vinos de características similares con el mismo galardón y/o puntuación pero
con unas calidades y precios muy alejados, ¿cómo se come esto? No estamos
comparando entre un vino tinto y uno blanco, o entre un vino joven o un crianza
que pueden ser catados por distintos jurados, muy por el contrario, se supone
que estos vinos han tenido que catarse en la misma sesión y ahora entramos en
las suposiciones:
Supuesto nº 1: los jueces
que cataron el Termanthia ¿fueron los mismos que el Marqués de marras? Si la
respuesta es si ¿realmente no encontraron ninguna diferencia entre ambos vinos,
son tan parecidos cualitativamente? Si la respuesta es no ¿existe alguna escala
para puntuar los vinos?, quiero decir, unos jurados determinan que el vino X
tenga una puntuación determinada, al tiempo que en otra mesa otra serie de
jurados deciden dar la misma puntuación a un vino Z, luego entiendo
que tiene que existir un vino patrón o un elemento patrón que sirve para
adjudicar las puntuaciones.
Supuesto nº 2: los vinos que participan en los
concursos, ¿son los mismos que nos podemos encontrar en la calle? Todos los
concursos establecen que así sea, pero ¿eso luego se comprueba? Hay concursos
que dicen que si, que hacen una selección de los ganadores, los compran a
ciertos distribuidores y comparan. Vais a perdonarme que sea un mal pensado,
pero ¿por qué los organizadores no hacen una compra de incognito en tiendas y/o
supermercados?, vamos, donde el consumidor realiza sus compras.
Esto
me lleva a otra pregunta, cuando se hacen públicos estos premios, ¿a ningún
jurado le extrañan estas puntuaciones o reconocimientos? Y me refiero
concretamente a los jurados que luego trabajan como sumilleres, prescriptores,
críticos… ¿tampoco se extrañan de estas cosas, nadie les ha preguntado cómo es
posible que valoren vinos corrientes de la misma forma que vinos más serios?
En
el mismo sentido, ¿qué pensarán los pequeños bodegueros cuando ven que sus
vinos tienen el mismo premio (o incluso inferior) que los vinos industriales,
aún cuando sus vinos cualitativamente son superiores? Por poner un ejemplo, Dominio
del Bendito Las Sabias 2018, Decanter le concede una medalla de bronce y 86
puntos, ¿realmente es inferior a un Pata Negra o a un Mayor de Castilla?,
¿realmente es interesante “competir” en estos concursos?
Entiendo
que sí a juzgar el número de participantes en los mismos, pero cuando coges una
lista de premiados y compruebas el número de premios que se llevan las bodegas
industriales, no puedo evitar pensar en si realmente podemos criticar a un
paisano por comprar estos vinos mediocres si tienen el mismo reconocimiento que
vinos más serios.
A
lo largo de esta entrada me he centrado (quizás demasiado) en un vino y un
concurso en concreto, puede ser, he preferido ilustrarla con un ejemplo por no
marear mucho la lectura, pero con los enlaces que he ido dejando en estas
cuatro entradas, si queréis podéis comprobar que hay muchos más casos. Lo
curioso del caso es que al hablar de este tipo de concursos casi nadie me ha
hablado demasiado bien de forma positiva, quiero decir, reconocen que hay mucho
trabajo y muchos profesionales que sacan adelante este tipo de eventos, al
tiempo que reconocen que los criterios a la hora de conceder reconocimientos
están bastante cuestionados, premios exagerados, demasiados vinos “batalleros”,
demasiada mediocridad; pero también se habla de que es una de las pocas
posibilidades de dar relevancia al vino, de darlo a conocer tanto a los
consumidores como a los profesionales, lo cual suena más a una excusa baratera
que a un alivio.
Evidentemente
hay que promocionar los vinos, hay que promocionar las bodegas, hay que
mostrarlos al público, ¿pero ésta es la mejor solución posible?
Yo creo que no.