15/02/2025

La lata con el vino sin alcohol.

 

Ha comenzado la temporada de las grandes ferias gastronómicas en España y en Europa, el pasado mes de Enero se celebró el Madrid Fusión y hace unos días se celebró la Barcelona Wine Week.

Mientras que el evento de Madrid es más un congreso, tiene una intención más “divulgativa”, la de Barcelona es más una feria para realizar contactos y compra-venta de vinos a nivel profesional, pero en ambos eventos hay muchas ponencias en las que se habla y trata sobre el mercado del vino, nuevos retos, nuevos escenarios, oportunidades de negocio, de lo bien o menos bien que les va a unos y otros en el sector.

Seguro, seguro, seguro que ha habido alguna charla o debate de qué es lo que busca realmente el verdadero cliente de las bodegas, es decir, nosotros los consumidores…, lo que pasa es que no ha tenido repercusión o no ha suscitado el interés de los medios de comunicación.

Lo que sí ha tenido una parte importante de la atención, es el “auge” de los vinos sin alcohol, pero solo de boquilla. A la hora de la verdad, ¿dónde están esos vinos sin alcohol, quién lo compra, cuántos y cuántas lo beben?

Por el mes de mayo , escribí una entrada sobre la desalcoholización del vino (esta), ya contaba cómo se elaboran estos vinos y ya hablaba de las dudas que me surgían con su consumo. Por entonces había un run-run sobre el vino sin alcohol y el vino con bajo contenido alcohólico, que iba a pegar muy fuerte en el verano, que si luego las navidades iba a ser la repera, que el consumo iba a crecer muy rápido y de la mano de millenials y Generación Z.

¿Alguien ha visto que estas profecías se hayan cumplido?

De acuerdo, el hecho de que yo no consuma este tipo de “bebidas” o que no las vea en mi entorno, no quiere decir que no existan o que no se consuman, pero tendría que existir algún tipo de movimiento, algún eco en redes sociales de que consumo está en marcha, y cuando digo redes sociales, no solo me refiero a Tik-tok, Facebook o X-Twitter, no hay signos de que esta bebida se esté bebiendo en los bares o en los hogares. Por poner un ejemplo, la cerveza artesanal, realmente tiene unos consumos muy bajos, el otro día leía en un informe sobre consumo de bebidas y alimentos en España (Mercasa 2024), que la cerveza artesanal no representa ni el 0,1% del consumo total de cerveza, pero sin embargo sí es un producto que está a la venta en todo tipo de tiendas y mercados, hay bares/garitos/tascas que las ofrecen y las tienen en sus barras, pero sin embargo, el vino sin alcohol (de momento) no tienen esa presencia, al menos no tan evidente, parece que habita más en medios de comunicación y conversaciones en ferias y gastro-eventos que realmente una presencia en la vida del día a dia.

Todo este movimiento de vino sin alcohol cada vez se está pareciendo más a las turras que nos han dado con el vino en lata, que… por cierto ¿quién se acuerda del vino en lata, ¿ha significado algún cambio de hábitos, la hemos llevado a la playa como decían, la estamos consumiendo en el bar o en casa?, ¿o por el contrario se ha llevado un castañazo (y bastante gordo) y ya nadie apuesta por ella? Iban a revolucionar el mundo del vino… y han acabado en concurso de acreedores o en quiebra técnica.

Tanto el ruido del vino en lata como el del vino sin alcohol comparten unos orígenes muy parecidos, nos dicen que es una tendencia al alza entre los jóvenes Millenials y Gen Z de Estados Unidos, pero cuando empiezas a leer las noticias, ni es en todo Estados Unidos, ni entre todos los jóvenes de estas generaciones, al final son tendencias en estados de un fuerte nivel económico y por jóvenes que tienen un nivel de vida medio alto o alto. También hay que tener en cuenta que la mayoría de la generación Z aún no ha cumplido la edad legal para beber alcohol en EEUU, así que cualquier encuesta/estudio o noticia hay que cogerlas con pinzas. En cualquier caso, no deja de ser curioso que los mismos que nos dijeron que bebían vino en lata, ahora son prácticamente abstemios.

Entonces Instagram y ahora también Tik-Tok, soportan este mensaje que llega a todo el mundo, y a pesar de que la sociedad, la cultura y la forma de consumo yanqui (que de por sí es bastante heterogénea según seas, por ejemplo, de California o de Dakota del Sur), apenas tiene puntos en común con la europea, pero esto se ignora y nuevamente tenemos montones de publicaciones que dicen que ese movimiento, esa ola está por llegar a Europa y que esa tendencia va a calar en el mercado no tardando mucho, pero… yo que quieres que te diga, a esto del vino sin alcohol, le veo un montón de fallos, muchos rotos entre las costuras, por ejemplo:

Primero, es un producto que no ha pedido nadie, no es un producto que haya surgido de la demanda popular o de un grupo concreto de consumidores, el vino sin alcohol surge por imitación a otros productos similares. La cerveza sin alcohol surgió hace 40 años y ha sabido aprovechar el tirón del consumo de la cerveza a nivel europeo, justo en el momento en el que su consumo llega a crecer hasta superar el del vino, se ha beneficiado de ese auge.

Segundo, el vino sin alcohol surge cuando se está derrumbando su consumo a nivel mundial. Si de por sí cada vez se bebe menos vino, ¿cuál es la motivación para beber vino sin alcohol?, ¿su sabor? Si no se ha conseguido atraer a Millenials, mucho menos a la Gen Z, a que prueben el vino, ¿cómo convencerles de que lo prueben desalcoholizado? Y la verdad es que las generaciones anteriores no están tampoco por la labor de darle una oportunidad a una bebida que consideran ente una herejía o el mismísimo demonio.

Tercero, el vino sin alcohol es una falacia per se, no es un producto natural ni tampoco ecológico como algunos quieren hacer ver. Se parte de un vino que es un fermentado natural, vale, pero para poder separar el alcohol del vino, se necesita de una maquinaria que consume muchísima energía y cuyo subproducto, el alcohol, no puede ser desechado de cualquier forma, y transformarlo en otro producto que pueda tener cierta utilidad, va a requerir del uso de aún más energía. Lógicamente, este gasto en maquinaria y en energía, va a repercutir en el precio del vino sin alcohol. Si uno de los “peros” a la hora de consumir vino es su precio, ¿se va a consumir su versión “sin” que será más cara?

Cuarto, al hilo de lo anterior, ¿qué vino se va a usar para desalcoholizar y venderlo posteriormente? Por maquinaria y costes, solo las grandes bodegas y las bodegas industriales pueden producir estos vinos. No sé a tí, pero a mí no me atrae nada un Pata Negra o Viña Albali sin alcohol. Puede haber excepciones, claro está, bodegas como Torres (Natureo) o Matarromera (Win 0.0)  hacen vinos sin por menos de 10 €, pero no creo que usen lo mejor de cada casa para hacer estos vinos.

Quinto: ¿y usar el vino sin para hacer refrescos o vinos aromatizados? Eeehhmmm, me parecería un error aún mayor. Para empezar, el mundo de los refrescos es un gigante enorme en el que el vino no tiene nada que hacer, primero porque ya existen refrescos a base de vino qué tienen un contenido alcohólico muy bajo o con 0% de alcohol (y al que seguramente las bodegas interesadas ya les están vendiendo vino), es más,  es entrar en un mercado que se basa sobre todo en inversión publicitaria y de marca, incluso más que en producto en sí (porque estas empresas si que se gastan el dinero en crear e investigar el mercado)  Si el mundo del  vino de por sí apenas gasta en imagen, imagina lo que sería entrar en un mercado donde gigantes como Coca Cola, Pepsi o Nestle llevan años y cientos de millones de euros, de libras,  de dólares y  de yenes gastados, para que ahora vengas con un productito a ocupar un nicho de mercado en el que ellos, no es que sean los claros dominadores, es que son ellos los que crean la tendencia y ¿ahora es el mundo del vino el que quiere sumarse y hacerse hueco? Y en cuanto a vinos aromatizados, es como dar la guerra por perdida, es asumir que tu producto por si solo no vale un pimiento, y tienes que meterle algo que sea atractivo al consumidor. Lo más gracioso es que algunos han apostado por el cannabis como aromatizante, es decir, que aunque no sea la maría de los porros, que es un sucedáneo inocuo. Si se ha llegado a la conclusión de que el alcohol es malo, que tiene unos efectos nocivos para la salud, que no es ninguna mentira, alguien decide sustituirlo por un sucedáneo psicotrópico para coger el puntillo…

Sexto (y último): nos están vendiendo, por un lado, que Millenials y generación Z son los que más se preocupan por su salud, que quieren tener hábitos de vida más saludables, y al mismo tiempo son los mayores consumidores de refrescos, en especial de aquellos que tienen un alto contenido en azúcar y cafeína, son también los que más abusan de comidas hipercalóricas, son la generación de la smash Burger (y lo que está por llegar). Esto para mí entra en una contradicción sin sentido. Eliminamos el alcohol de la dieta, de los hábitos de alimentación, pero su lugar vamos a llenar con productos legales que también crean una dependencia, y con uso efectos en la salud tanto o más peligrosos que los del alcohol.

 

Voy terminando, ¿tiene el vino sin alcohol sentido comercial? Si, lo tiene, puede haber un público que busque una bebida sin alcohol, sin gas, que no sea un zumo de frutas, ni lácteos, ni infusiones, ni una bebida ultra azucarada. Ahora, ¿este público será tan numeroso como para generar una demanda que obligue a las bodegas a incluir este tipo de producto en su catálogo? Pues pienso que no. A día de hoy no hay una fuerte demanda de este producto y no veo tan claro que el consumidor habitual de vino (ni el hedonista, ni el alcohólico) introduzca el vino sin alcohol en su consumo rutinario. Tampoco es una tecnología barata, ni sencilla de introducir en bodegas pequeñas o medianas. Creo que vinos con un bajo contenido de alcohol, entre 5 y 8º podrían ser elaborados con una mayor facilidad y con una inversión más asequible, pero habría que ver que recepción tendría entre los consumidores.

No soy un analista de mercado, ni me dedico al marketing, pero tengo la sensación de que esta película ya la he visto. Surge una moda, o te sugieren que hay una nueva moda de consumo de vino en Estados Unidos, quieren implementarla en Europa, empiezan a machacar medios de comunicación con esta supuesta revolución, surgen estudios, se publican artículos, noticias, publirreportajes, que están manipulados, tergiversados o pagados por los interesados en que todo esto salga adelante, pero realmente no hay una base de consumidores que sustenten este producto, ni siquiera su moda.

Es cierto que cada vez se consume menos alcohol, no solo vino o cerveza, pero no necesariamente eso responde a hábitos de alimentación o salud. Todavía pesa mucho el picotazo de consumo alcohol producido por el confinamiento del COVID, aquello pegó un subidón y ahora que el consumo vuelve a una aparente normalidad, parece una curva de consumo baja muy deprisa, pero lo más seguro es que de aquí a 5 años, esa curva tienda a convertirse en una recta. También hay que tener en cuenta factores económicos, el precio de las cosas ha subido más que los sueldos, lo que antes te costaban 3 copas, ahora pagas dos o incluso una, y no hay que olvidar que el alcohol es una las cosas que dejas de consumir si tienes que pagar la luz, la casa y la gasolina del coche. Por otra parte, los mayores consumidores de alcohol (la generación baby boom), está envejeciendo, y ya no realiza el mismo consumo que tenían hace 20 años, es lógico que las curvas de consumo bajen, mucho más si las generaciones posteriores consumimos menos alcohol por muchas y variadas razones, no solo por el “romanticismo” de que queremos cuidar de nuestra salud.

 No creo que vayamos a una sociedad completamente desalcoholizada, pero si que nos dirigimos a una sociedad con nuevos hábitos de consumo en los que habrá muchos productos, alcohólicos y no alcohólicos, en los que habrá modas, habrá tendencias, habrá momento en los que un tipo de bebidas sean las más consumidas, y en otro momento pues habrá otras, pero sintiéndolo mucho, el vino sin alcohol, no tiene pinta que vaya a ser una de ellas.


25/01/2025

Disponibilidad, disponibilidad, disponibilidad.


  

Espero que hayas pasado unas buenas fiestas, que los Reyes, Papá Noel o el monstruo espagueti te hayan traído muchos regalos, y que hayas empezado bien el año.

¿Qué tal has bebido estas navidades? Para mí son las fechas que más vino compro, con la excusa de las fiestas y los regalos lleno la pequeña cava de vinos que tengo, aunque la suelo vaciar con la misma velocidad. Suelo comprar mis vinos favoritos y aquellos que más me han gustado a lo largo del año, pero, sobre todo, me hago con vinos que me da más reparo comprarlos por el precio que tienen. Admito que soy muy cuñado para esto, estoy en ese gran grupo de personas que necesitan justificarse a sí mismos para gastarse más de 20€ en una botella de vino, qué le voy a hacer, sin embargo, este año creo que apenas he comprado alguna botella por ese precio y gastando más o menos que otros años, he comprado más botellas entre los 10-20€ (bueno, muchas más entre 10 y 15€).

Llevo dos años (y los que me quedan) que tengo unos turnos de trabajo, digamos…, que bastante incompatibles con mi afición, se me hace un mundo tener que bajar al centro de Sevilla y bichear en las tiendas y bares de vino, hasta tengo prometida una cata desde hace un año y no encuentro el hueco para hacerla, así que la compra de vino la tengo limitada a un pequeño supermercado cerca de mi casa y que trae algo más que el tópico sota-caballo-rey que hay en todos los super/hipermercados.  También suelo comprar por internet, tanto a bodegas como a tiendas de vino.

Vale, puede parecer que eso de ir al centro de Sevilla lo haya pintado como si fuese a escalar el Everest o un viaje a través de la selva, y no es tanto ni más, pero a las tiendas a las que suelo ir, las más cercanas están a 20 minutos en coche, aparcar relativamente cerca supone dejar el coche en un parking o en zona azul. Otras están en pleno centro de Sevilla, ahí olvídate de aparcar cerca. No es que haya que andar mucho, la ida es muy cómoda y el paseo agradable, lo malo es cuando tienes que volver al coche con varias bolsas o una caja entre las manos, hay que ir sorteando a una masa de turistas que pululan como pollo sin cabeza por las calles, las bicicletas, los monopatines eléctricos, las obras…, en fin, que muchas veces se me quitan las ganas solo de pensarlo.

Internet es un escenario más cómodo, pero también mucho más frio y en ocasiones complicado, tiene la ventaja de que la tienda está siempre abierta, puedo comprar cómodamente desde mi casa a la hora que me dé la gana, comparar precios en varios sitios…, aunque también tiene sus inconvenientes:

El primero:  es que en caso de duda no tienes a nadie que te pueda ayudar. Vale que algunas tiendas tienen una suerte de asistentes virtuales, pero su programación les hace responder de forma predeterminada (aunque esto cambiará cuando les integren la inteligencia artificial) y muchas veces tengo la sensación de que me quieren llevar siempre a los mismos vinos.

El segundo: tienen un catálogo limitado, y… a ver, esto es lógico, sería genial que pudieran tener siempre los vinos que uno quiere y todas las añadas disponibles en un único sitio, (lo que viene siendo imposible), al final siempre estoy sopesando donde coger los vinos, si los cojo donde me ponen mejor precio, pero no tienen buena parte de los vinos que quiero, o los cojo donde tienen más vinos de los que busco, pero no me sale tan a cuenta por el precio que tienen.

Tercero: con toda la lógica del mundo, hay que hacer rentable ese pedido a la tienda, así que muchas veces hay que hacer un pedido mínimo para que te lo envíen a casa y que también (insisto, con toda lógica) ese envío hay que pagarlo, no es de gusto de nadie, pero que te traigan un paquete a casa que puede venir de Navarra, de Valladolid, Barcelona o Madrid por 7-10 euros…, entre tú y yo, no es plato de gusto, pero son unos gastos razonables para un paquete de 9 kilos.

Cuarto: cuando encuentro esos vinos que yo quería, incluso de alguna añada con un par de años en mercado, y al pagar el pedido, (o peor aún, cuando ya lo has pagado…), al rato o al día siguiente te llama alguien de la tienda por teléfono para decirte que bien no tienen esa añada, o lo que es peor, que hace un par de años que no trabajan con esa bodega y no les quedan existencias del vino que has elegido.

Hasta cierto punto puedo entender que es complejo tener una tienda on-line actualizada al instante, que tiene mucho curro el estar actualizándola cada cierto tiempo, trabajar con varias añadas, pero que menos que una o dos veces al año actualices la tienda, al fin y al cabo, es tu escaparate, es lo que ven tus posibles clientes.

Y quinto: porque también hay que decirlo, pedir por internet es genial…, pero el vino no lo tendrás hasta que pasen unos días, no es inmediato, y está esa tortura de tener que estar en casa esperando que el paquete llegue bien, rezando a una misericordiosa deidad para que el mensajero no llegue justo en el momento en el que has ido a por el niño al cole, o que estés reflexionando en el trono de tu casa.

Desde hace ya un buen tiempo, (quizás cinco o seis años), vengo diciendo que una parte importante del problema de la falta de consumo de vino en España es la falta de disponibilidad de vino para el consumidor final, muy por encima de lo que digan gurús, listas de puntos, consejos reguladores más pendientes del enoturismo que del vino o prescriptores adoctrinando desde sus vastos océanos de egocentrismo…, el problema de primera mano para los consumidores habituales de vino, es la falta de disponibilidad de vino, de buen vino y me explico.

En cualquier mercado que entremos en España, podemos encontrar vino, no hace falta que vayamos a una tienda especializada, no hay ningún tipo de limitación para venderlo o comprarlo, pero a pesar de la gran, gran, gran cantidad de bodegas que hay en España, la oferta que podemos encontrar es pequeña y casi siempre es la misma, hay relativamente pocas  diferencias entre supermercados, hipermercados, entre los que están en Lugo, Burgos, Teruel o Murcia, nos vamos a encontrar siempre con etiquetas de las grandes fábricas de vinos, García Carrión, Félix Solís, Anecoop, Grupo Zamora, Osborne, Freixenet por poner algunos ejemplos. Ni siquiera Mercadona, Aldi o Lidl, que tienen etiquetas propias, se libran de tener alguna referencia de estos monstruos. De forma local se pueden contar con pequeñas variaciones, sobre todo en cadenas de supermercados regionales o en hipermercados, imagino que la cercanía de las bodegas y de los distribuidores hacen que sea más fácil.

Resulta muy tentador comprar estos vinos si disponemos de poco tiempo libre o vamos con prisas, y porque no decirlo, si no disponemos de una buena tienda de vinos cerca.

Se critica muchas veces que el consumo de vino en España se base precisamente en estos vinos con una calidad (en la mayor parte de las ocasiones) bastante justita, pero es que es lo más normal si son estos los vinos que se tienen más al acceso de mano, primero porque son los que están donde vamos a comprar las alcachofas, las pizzas y el pescado, y segundo porque son los más accesibles por precio, esto es algo que muchas veces los grandes pensadores del vino no tienen en cuenta, yo soy el primer interesado en que haya un negocio que en me ofrezca un vino de  Valtiendas en Sevilla, pero entiendo que, por un lado las exigencias y condiciones que exigen los super/hipermercados no son fáciles de satisfacer para muchas bodegas, y que las bodegas no tienen una producción que les permita llegar a todas partes, o aunque la tuvieran, no pueden tener delegaciones comerciales por toda España.

Ahí es donde debería llegar la tienda especializada, o al menos un sitio en el que estuviera disponible el poder comprar estos vinos.

No puedo pretender tener debajo de mi casa una tienda que me ponga el vino que yo quiera cuando yo quiera, (que si alguien quiere hacerlo, por mí genial, no os cortéis) yo como consumidor habitual pues tengo que poner de mi parte en conseguir algo que yo quiero y que no es una necesidad vital. Pero al mismo tiempo creo que tiene que existir una forma comercial que acerque el vino de calidad y que esté disponible para todo el mundo, y cuando hablo de disponibilidad es tanto la material como la que afecta a la cartera.

Soy muy consciente de que esto es una quimera, que tener un establecimiento que solo vende vinos al público es inviable per se, forzosamente la venta de vino al público general tiene que ser una parte de otro negocio, bien hostelería, bien distribución, bien alimentación… y sé que me van a llover palos por decir esto, pero la solución para que exista una disponibilidad de producto y precio, en gran medida tiene que pasar por las cadenas o agrupaciones de supermercados e hipermercados, por el mero hecho de que tienen la logística de distribución plenamente desarrollada. Lo malo es que ni unos ni otros están interesados en vender un producto que cada vez tiene menos demanda y que ocupa muchas baldas, durante mucho tiempo y que solo tienen una venta regular en unos periodos cortos en el tiempo. Yo ya he visto en varios pequeños y grandes mercados que cada vez les van recortando más espacio y creo que a medio plazo puede ser que veamos que los dejan arrinconados en uno o dos lineales y que vendan una selección algo mayor en periodos muy puntuales del año como puede ser octubre, Navidades, San Valentín, o el día de la madre o el padre.

Otra solución pasaría por acuerdos de distribución, ya no solo de bodegas con distribuidoras, si no de consejos reguladores con distribuidores.

Ya sé que esto es más quimera todavía, no tengo mucha idea de distribución y comercio, pero creo que las relaciones que puedan tener los consejos reguladores fuera de su ámbito territorial pueden ser aprovechadas para crear, no una red de distribuidores (eso es demasiado soñar), pero si una serie de contactos y acuerdos determinados con una serie de distribuidores o actores que permitan a una bodega pequeña, no sé, de Valtiendas, de Arlanza el que puedan tener sus vinos en Sevilla, en Granada o en Teruel.

Effffm, pero me pongo la venda antes de la pedrada que me viene, está claro que a los tres días ya habrá un jaleo de por qué se ha elegido a tal distribuidora, o que tal otra pone los precios más altos que a los de tal otra denominación para beneficiarles, o es el primo Zumosol de tal otro representante de aquella asociación de vinos de la tierra…

Sé que esto son ideas cogidas con pinzas y por parte de alguien que no tiene ni la más repajolera idea del negocio del vino, mi misión es beberlo de la mejor forma posible, pero creo que si hay interés por parte de las bodegas y consejos reguladores en, como poco, mantener el consumo de vino en España, es un tema que se tenían que haber puesto a él hace muchos años. Si tal y como pinta la cosa, si los Estados Unidos deciden a poner de nuevo aranceles, va a  sobrar aún más vino y no quedará más remedio que colocarlo en otra parte.

Como dije en el primer corto del no-podcast, ¡sacad el vino de los almacenes!, no lo vendáis a cualquier precio, ni de cualquier manera, pero hay que sacar las botellas de los botelleros y mostrarlas en la calle. Ahora es el mejor momento para daros a conocer, si hay que arriesgar, este es el momento porque la gente aún dispone de margen para gastar dinero en cosas no vitales.

Disponibilidad, disponibilidad, disponibilidad, este es el camino, porque está muy bien llenarse la boca con grandes ideas y grandes filosofías, está muy bien hablar y reconocer nuestra cultura, pero el que se llena de palabras en vez de hechos, es como el que siembra y antes no ha arado, al final no hay fruto.

 

Disponibilidad, disponibilidad, disponibilidad.

Espero que hayas pasado unas buenas fiestas, que los Reyes, Papá Noel o el monstruo espagueti te hayan traído muchos regalos, y que hayas empezado bien el año.

¿Qué tal has bebido estas navidades? Para mí son las fechas que más vino compro, con la excusa de las fiestas y los regalos lleno la pequeña cava de vinos que tengo, aunque la suelo vaciar con la misma velocidad. Suelo comprar mis vinos favoritos y aquellos que más me han gustado a lo largo del año, pero, sobre todo, me hago con vinos que me da más reparo comprarlos por el precio que tienen. Admito que soy muy cuñado para esto, estoy en ese gran grupo de personas que necesitan justificarse a sí mismos para gastarse más de 20€ en una botella de vino, qué le voy a hacer, sin embargo, este año creo que apenas he comprado alguna botella por ese precio y gastando más o menos que otros años, he comprado más botellas entre los 10-20€ (bueno, muchas más entre 10 y 15€).

Llevo dos años (y los que me quedan) que tengo unos turnos de trabajo, digamos…, que bastante incompatibles con mi afición, se me hace un mundo tener que bajar al centro de Sevilla y bichear en las tiendas y bares de vino, hasta tengo prometida una cata desde hace un año y no encuentro el hueco para hacerla, así que la compra de vino la tengo limitada a un pequeño supermercado cerca de mi casa y que trae algo más que el tópico sota-caballo-rey que hay en todos los super/hipermercados.  También suelo comprar por internet, tanto a bodegas como a tiendas de vino.

Vale, puede parecer que eso de ir al centro de Sevilla lo haya pintado como si fuese a escalar el Everest o un viaje a través de la selva, y no es tanto ni más, pero a las tiendas a las que suelo ir, las más cercanas están a 20 minutos en coche, aparcar relativamente cerca supone dejar el coche en un parking o en zona azul. Otras están en pleno centro de Sevilla, ahí olvídate de aparcar cerca. No es que haya que andar mucho, la ida es muy cómoda y el paseo agradable, lo malo es cuando tienes que volver al coche con varias bolsas o una caja entre las manos, hay que ir sorteando a una masa de turistas que pululan como pollo sin cabeza por las calles, las bicicletas, los monopatines eléctricos, las obras…, en fin, que muchas veces se me quitan las ganas solo de pensarlo.

Internet es un escenario más cómodo, pero también mucho más frio y en ocasiones complicado, tiene la ventaja de que la tienda está siempre abierta, puedo comprar cómodamente desde mi casa a la hora que me dé la gana, comparar precios en varios sitios…, aunque también tiene sus inconvenientes:

El primero:  es que en caso de duda no tienes a nadie que te pueda ayudar. Vale que algunas tiendas tienen una suerte de asistentes virtuales, pero su programación les hace responder de forma predeterminada (aunque esto cambiará cuando les integren la inteligencia artificial) y muchas veces tengo la sensación de que me quieren llevar siempre a los mismos vinos.

El segundo: tienen un catálogo limitado, y… a ver, esto es lógico, sería genial que pudieran tener siempre los vinos que uno quiere y todas las añadas disponibles en un único sitio, (lo que viene siendo imposible), al final siempre estoy sopesando donde coger los vinos, si los cojo donde me ponen mejor precio, pero no tienen buena parte de los vinos que quiero, o los cojo donde tienen más vinos de los que busco, pero no me sale tan a cuenta por el precio que tienen.

Tercero: con toda la lógica del mundo, hay que hacer rentable ese pedido a la tienda, así que muchas veces hay que hacer un pedido mínimo para que te lo envíen a casa y que también (insisto, con toda lógica) ese envío hay que pagarlo, no es de gusto de nadie, pero que te traigan un paquete a casa que puede venir de Navarra, de Valladolid, Barcelona o Madrid por 7-10 euros…, entre tú y yo, no es plato de gusto, pero son unos gastos razonables para un paquete de 9 kilos.

Cuarto: cuando encuentro esos vinos que yo quería, incluso de alguna añada con un par de años en mercado, y al pagar el pedido, (o peor aún, cuando ya lo has pagado…), al rato o al día siguiente te llama alguien de la tienda por teléfono para decirte que bien no tienen esa añada, o lo que es peor, que hace un par de años que no trabajan con esa bodega y no les quedan existencias del vino que has elegido.

Hasta cierto punto puedo entender que es complejo tener una tienda on-line actualizada al instante, que tiene mucho curro el estar actualizándola cada cierto tiempo, trabajar con varias añadas, pero que menos que una o dos veces al año actualices la tienda, al fin y al cabo, es tu escaparate, es lo que ven tus posibles clientes.

Y quinto: porque también hay que decirlo, pedir por internet es genial…, pero el vino no lo tendrás hasta que pasen unos días, no es inmediato, y está esa tortura de tener que estar en casa esperando que el paquete llegue bien, rezando a una misericordiosa deidad para que el mensajero no llegue justo en el momento en el que has ido a por el niño al cole, o que estés reflexionando en el trono de tu casa.

Desde hace ya un buen tiempo, (quizás cinco o seis años), vengo diciendo que una parte importante del problema de la falta de consumo de vino en España es la falta de disponibilidad de vino para el consumidor final, muy por encima de lo que digan gurús, listas de puntos, consejos reguladores más pendientes del enoturismo que del vino o prescriptores adoctrinando desde sus vastos océanos de egocentrismo…, el problema de primera mano para los consumidores habituales de vino, es la falta de disponibilidad de vino, de buen vino y me explico.

En cualquier mercado que entremos en España, podemos encontrar vino, no hace falta que vayamos a una tienda especializada, no hay ningún tipo de limitación para venderlo o comprarlo, pero a pesar de la gran, gran, gran cantidad de bodegas que hay en España, la oferta que podemos encontrar es pequeña y casi siempre es la misma, hay relativamente pocas  diferencias entre supermercados, hipermercados, entre los que están en Lugo, Burgos, Teruel o Murcia, nos vamos a encontrar siempre con etiquetas de las grandes fábricas de vinos, García Carrión, Félix Solís, Anecoop, Grupo Zamora, Osborne, Freixenet por poner algunos ejemplos. Ni siquiera Mercadona, Aldi o Lidl, que tienen etiquetas propias, se libran de tener alguna referencia de estos monstruos. De forma local se pueden contar con pequeñas variaciones, sobre todo en cadenas de supermercados regionales o en hipermercados, imagino que la cercanía de las bodegas y de los distribuidores hacen que sea más fácil.

Resulta muy tentador comprar estos vinos si disponemos de poco tiempo libre o vamos con prisas, y porque no decirlo, si no disponemos de una buena tienda de vinos cerca.

Se critica muchas veces que el consumo de vino en España se base precisamente en estos vinos con una calidad (en la mayor parte de las ocasiones) bastante justita, pero es que es lo más normal si son estos los vinos que se tienen más al acceso de mano, primero porque son los que están donde vamos a comprar las alcachofas, las pizzas y el pescado, y segundo porque son los más accesibles por precio, esto es algo que muchas veces los grandes pensadores del vino no tienen en cuenta, yo soy el primer interesado en que haya un negocio que en me ofrezca un vino de  Valtiendas en Sevilla, pero entiendo que, por un lado las exigencias y condiciones que exigen los super/hipermercados no son fáciles de satisfacer para muchas bodegas, y que las bodegas no tienen una producción que les permita llegar a todas partes, o aunque la tuvieran, no pueden tener delegaciones comerciales por toda España.

Ahí es donde debería llegar la tienda especializada, o al menos un sitio en el que estuviera disponible el poder comprar estos vinos.

No puedo pretender tener debajo de mi casa una tienda que me ponga el vino que yo quiera cuando yo quiera, (que si alguien quiere hacerlo, por mí genial, no os cortéis) yo como consumidor habitual pues tengo que poner de mi parte en conseguir algo que yo quiero y que no es una necesidad vital. Pero al mismo tiempo creo que tiene que existir una forma comercial que acerque el vino de calidad y que esté disponible para todo el mundo, y cuando hablo de disponibilidad es tanto la material como la que afecta a la cartera.

Soy muy consciente de que esto es una quimera, que tener un establecimiento que solo vende vinos al público es inviable per se, forzosamente la venta de vino al público general tiene que ser una parte de otro negocio, bien hostelería, bien distribución, bien alimentación… y sé que me van a llover palos por decir esto, pero la solución para que exista una disponibilidad de producto y precio, en gran medida tiene que pasar por las cadenas o agrupaciones de supermercados e hipermercados, por el mero hecho de que tienen la logística de distribución plenamente desarrollada. Lo malo es que ni unos ni otros están interesados en vender un producto que cada vez tiene menos demanda y que ocupa muchas baldas, durante mucho tiempo y que solo tienen una venta regular en unos periodos cortos en el tiempo. Yo ya he visto en varios pequeños y grandes mercados que cada vez les van recortando más espacio y creo que a medio plazo puede ser que veamos que los dejan arrinconados en uno o dos lineales y que vendan una selección algo mayor en periodos muy puntuales del año como puede ser octubre, Navidades, San Valentín, o el día de la madre o el padre.

Otra solución pasaría por acuerdos de distribución, ya no solo de bodegas con distribuidoras, si no de consejos reguladores con distribuidores.

Ya sé que esto es más quimera todavía, no tengo mucha idea de distribución y comercio, pero creo que las relaciones que puedan tener los consejos reguladores fuera de su ámbito territorial pueden ser aprovechadas para crear, no una red de distribuidores (eso es demasiado soñar), pero si una serie de contactos y acuerdos determinados con una serie de distribuidores o actores que permitan a una bodega pequeña, no sé, de Valtiendas, de Arlanza el que puedan tener sus vinos en Sevilla, en Granada o en Teruel.

Effffm, pero me pongo la venda antes de la pedrada que me viene, está claro que a los tres días ya habrá un jaleo de por qué se ha elegido a tal distribuidora, o que tal otra pone los precios más altos que a los de tal otra denominación para beneficiarles, o es el primo Zumosol de tal otro representante de aquella asociación de vinos de la tierra…

Sé que esto son ideas cogidas con pinzas y por parte de alguien que no tiene ni la más repajolera idea del negocio del vino, mi misión es beberlo de la mejor forma posible, pero creo que si hay interés por parte de las bodegas y consejos reguladores en, como poco, mantener el consumo de vino en España, es un tema que se tenían que haber puesto a él hace muchos años. Si tal y como pinta la cosa, si los Estados Unidos deciden a poner de nuevo aranceles, va a  sobrar aún más vino y no quedará más remedio que colocarlo en otra parte.

Como dije en el primer corto del no-podcast, ¡sacad el vino de los almacenes!, no lo vendáis a cualquier precio, ni de cualquier manera, pero hay que sacar las botellas de los botelleros y mostrarlas en la calle. Ahora es el mejor momento para daros a conocer, si hay que arriesgar, este es el momento porque la gente aún dispone de margen para gastar dinero en cosas no vitales.

Disponibilidad, disponibilidad, disponibilidad, este es el camino, porque está muy bien llenarse la boca con grandes ideas y grandes filosofías, está muy bien hablar y reconocer nuestra cultura, pero el que se llena de palabras en vez de hechos, es como el que siembra y antes no ha arado, al final no hay fruto.


22/11/2024

¿Cultura, qué cultura?


 

Hablar sobre vino, es hablar también de cultura y tradiciones, sobre momentos que compartimos con otras personas, cuando reímos, lloramos o cantamos. El vino, al menos en mi caso, está ligado a celebraciones de navidad, a una bota de vino que se dejaba en una nevera para refrescar la sed en verano, las limonadas en Semana Santa y en las fiestas de San Antolín, mis primeras borracheras de adolescente, bodas, bautizos y comuniones…, en fin, recuerdos que posiblemente también pueden ser muy parecidos al de muchas personas de mi generación y de generaciones anteriores, y que pueden ser comunes más allá del pueblo donde nací, la ciudad en la que vivo o el país en el que habito. Hay una transcendencia que abarca a varios países del mundo, casi todos ellos con culturas que tienen una clara y amplia influencia de las antiguas culturas greco-romanas. A lo que voy es que cualquiera de nosotros puede identificar, independientemente de donde viva, una relación entre la sociedad y la uva, al igual que también existen relaciones similares con otros alimentos como pueden ser los cereales, la leche, la aceituna y todos sus derivados, y que a su vez, todos ellos se relacionan entre sí, de modo que han dado lugar a distintas culturas y tradiciones. Se puede identificar a un pueblo por lo que come y por lo que bebe. Esto es así, es innegable, creo que no me equivoco al decir que existen culturas sobre el aceite, sobre el pan, sobre el queso, y obviamente existe una cultura del vino.

¿Sólo una? A grandes rasgos existen 2 culturas del vino: una cultura de consumo y una cultura hedonista, de placer.

-       La cultura de consumo, seamos sinceros, es una cultura social de consumo recurrente de un alcohol, que en este caso es el vino, al igual que existen otras culturas de consumo, como las de la cerveza, el sake, el whisky o la sidra. Lo llamo cultura porque el consumo de vino tiene unos ritos, tiene unos rituales, tiene una transmisión entre generaciones, y tal y como he comentado antes, se ha integrado en varias sociedades que han conservado y adaptado su consumo a lo largo del tiempo, con todas las consecuencias positivas y negativas del uso y abuso de ese alcohol.

 

-       Existe también una cultura hedonista que es una derivada de la cultura del consumo, es por así decirlo una especialización de esta. Mientras que la cultura del consumo versa precisamente en eso, en el consumo, la cultura hedonista va a resaltar las propiedades de lo que se bebe (sean estas cualidades reales o no), como hace sentir al que lo bebe (ignorando más o menos conscientemente que puede estar provocado por el alcohol), exaltando el origen de la bebida, quien la produce, como la produce, pero además, también tiene un componente elitista y económico (válgame la redundancia). Cuanto mayor sea la calidad del producto (ya sea real o aparente) y cuanto mayor sea el coste del mismo, y por lo tanto, accesible para menos personas, este hedonismo va a tratar de diferenciarse, no ya solo de la cultura del consumo, sino de otros estratos hedonistas en los que el precio y la calidad del vino son menores.

Ambas culturas giran una entorno a la otra, se podrán acercar y se podrán alejar, pero lo que está claro es que la cultura hedonista no puede existir si no hay una cultura de consumo.

Todo esto que te acabo de soltar, viene a cuento de un mantra que leo con mucha frecuencia, aunque en dos versiones distintas:

VERSIÓN Nº 1: “Los españoles no tenemos cultura del vino”

VERSIÓN Nº 2: “Los españoles hemos perdido nuestra cultura del vino”.

Tanto si se hubiera perdido, como si no la hubiera, creo que este mantra es demasiado reduccionista o simplista, a ver.

Cultura de consumo de alcohol hemos tenido desde el principio de los tiempos, la del vino (concretamente) desde que fenicios, cartagineses, griegos y romanos pusieron una sandalia bien en la península, bien en las islas Baleares, y esta cultura de consumo tuvo que desplazar a la que tenían los pueblos celtíberos, que más que posiblemente, estaría basada en el consumo de algún cereal fermentado.

Sabemos que estas civilizaciones se asentaron y comenzaron a producir vino, mercadeaban con el no solo a nivel interno, si no que lo exportaba por todo el Mediterráneo. Tras la caída del imperio romano, se ha seguido haciendo, consumiendo y comerciando vino, forma parte de la cultura de nuestra sociedad a base de relatos orales y escritos, canciones, forma parte de ritos sociales y rituales religiosos (el vino tiene una importancia fundamental en la misa católica), es decir, que al menos hasta el año 2024, sí que tenemos una cultura de consumo de vino sujeta a los cambios que sufría nuestra sociedad.

Como ya he dicho, habiendo consumo alcohólico tiene que haber consumo hedonista. Hay una leyenda que atribuye a Julio Cesar la frase: Beati hispani quibus vivere bibere est (benditos hispanos, para los que vivir es beber), y aunque está atribución es bastante dudosa, si es cierto que los hispanos venimos arrastrando la fama de ser bebedores, digamos…, que desmedidos.

Tanto en la antigua Grecia como Roma, el consumo de vino estaba muy diferenciado entre las clases sociales, no cualquiera podía beber cualquier vino. Si eras un vulgar campesino te tocaba beber el vino más vulgar y de peor calidad, los legionarios romanos bebían posca, que viene a ser una mezcla de vinagre y agua (y cuando digo vinagre, quiero decir vino picado), y conforme era mayor el estatus social, se podía optar a comprar vinos de mejor calidad.

Ojo, he dicho conforme al estatus, quiero decir, que aunque un soldado o un porquero tuvieran dinero para poder comprar vino de calidad, este no podía ser comprado, cada clase tenía atribuida una calidad de vino muy determinada, aunque esta norma se relajaba una vez al año, concretamente a finales de diciembre coincidiendo con el solsticio de invierno cuando se celebraban las Saturnalias.

Aunque con el paso de los siglos estas obligaciones desaparecieron, el consumo de buen vino siempre fue y ha sido para el que lo hacía o el que lo podía comprar, quicir, que el hedonismo siempre ha quedado para quien lo ha podido pagar. Si eras pobre, la máxima satisfacción era poder comprar mucho vino, cuanto más mejor y sin mirar mucho a la calidad, mientras que para el hedonista su satisfacción era y es el poder comprar el vino más caro que se pueda permitir, cuanto más exclusivo y más difícil de conseguir, tanto mejor. Esto ha sido así, mínimo, mínimo, mínimo desde tiempos de Escipión el Africano hasta hoy a la hora de comer.

Creo que cultura del vino hemos tenido, tenemos y está por ver por cuanto tiempo la tendremos.

Si me preguntaran sobre si la cultura del vino en España está en peligro, mi respuesta sería clara: SI, está en claro peligro

Si me preguntaran si está siendo sustituida por otras culturas de consumo y/o hedonistas de otras bebidas, la respuesta es: SI, sin lugar a dudas.

Si me preguntaran si esa sustitución se está haciendo a la fuerza o por algún tipo de imposición legal, la respuesta solo puede ser: NO.

Es evidente que sufrimos una continua, quien sabe si irremediable pérdida de cultura del vino, y esto es debido a la perdida de la cultura de base, y siento tener que decir que esa es la cultura del consumo de alcohol. Como ya he dicho en otras ocasiones, para las generaciones anteriores al baby boom, el alcohol más recurrente era el vino y sus destilados, poco más. A partir del baby boom y la entrada de otros competidores, la generalización de destilados, la posibilidad de adquirirlos cada vez a menor coste, el uso de la publicidad masiva por parte de cerveceras y destiladoras, y una vez más, la completa inacción del sector del vino son los que están motivando este cambio, este giro en la cultura vinícola.

La afirmación de que la bajada del consumo de vino en España se debe a la falta de cultura del vino, en mi opinión, cuanto menos es una verdad a medias y muy  simplista que no tiene en cuenta muchos factores, pero el principal es que ahora puedo decidir qué quiero tomar, cuándo lo quiero tomar y cuánto me quiero gastar, aunque esto último está condicionado a cuánto dinero le puedo dedicar a cosas que no son vitales.

No se puede decir en un mismo párrafo que es alarmante la falta de cultura de vino, al tiempo que se desprestigia el tipo de vino que se consume mayoritariamente, es decir, vinos principalmente industriales, hechos por cientos de miles o millones de botellas, vinos con poco o ningún interés organoléptico y que principalmente se consume por su capacidad alcohólica.

Reconozco que muchas veces desprecio esos vinos sin espíritu y que solo se hacen por ser bebidos por pura costumbre de beber una bebida alcohólica, y que el mejor uso que se les puede dar es ser mezclado con refrescos, para guisar, cuando no deberían ir directamente al fregadero, pero al pensarlo bien, este consumo es también uno de esos factores culturales que han existido desde siempre. En el pasado, beber ese alcohol daba al organismo una serie de calorías que no se podían obtener de otra forma, en ocasiones era preferible beber esos vinos a un agua de dudosa salubridad, aunque insisto que muchas veces se ha hecho por el alcohol que contenía. Ahora podemos obtener esas calorías de una forma distinta y casi siempre de mejor calidad, ahora podemos beber agua con mayor seguridad, por lo que el consumo de esos vinos se debe a otros factores, entre los que está la costumbre.

Otro ejemplo, el también muy manido mantra de que “la gente no le importa gastarse 14€ en una copa en una discoteca, pero luego dice que el vino es caro, o que una copa de vino es cara”, responde a esa generalización de la falta de cultura vínica, pero ¡es que son dos contextos distintos! Pedir una copa, un cubata en una discoteca responde a un ritual social en el que lo establecido es  beber este tipo de bebidas en concreto, a sabiendas de que el precio es grotesco, y donde el vino NUNCA ha tenido su sitio, es decir, decido qué, dónde y cuánto bebo ajustado a la socialización y a lo que me puedo permitir.

Ya para ir terminando.

Si, existe una cultura del vino que está en retroceso, y está siendo sustituida por otro tipo de culturas de consumo, está sucediendo desde hace mucho tiempo, y a pesar de que ha sido evidente, solo se ha intentado hacer algo desde hace muy poco tiempo pero de las formas más extrañas (y completamente equivocadas).

A pesar de que se tienen culturas del vino, aún teniendo medios para transmitirla, a día de hoy no se ha logrado tener una pedagogía orientada a los cada vez menos consumidores, que en muchas ocasiones quieren beber tranquilamente un vino, no recibir clases magistrales o una catequesis por parte de gente que les mira por encima del hombro y dentro de la cartera. A la cultura hedonista se llega pacientemente, copa a copa, no agitando el recuerdo del vino del abuelo y las tradiciones del pueblo si es que realmente se quiere cultivar el hedonismo, porque el vino que el abuelo se tomaba en la tasca o el vino popular de las fiestas del pueblo son aún más prescindibles que esos vinos de a 2€ la botella. Para cultivar el hedonismo, para que gastarse 15-20€ en un vino no sea una cosa estrafalaria que se hace una vez al año por navidades (si eso…), no se puede hacer desde el desprecio ni desde una supuesta autoridad moral que da gastarse 40 o 50€ en una botella. Si falta la cultura de consumo, la cultura hedonista terminará por caer estrepitosamente, porque, piensa, ¿cuántas bodegas en España se pueden sostener solo a base de vender vinos de 30/40/50€ o más?, ¿100, 80, 200? La virtud siempre está en el equilibrio, estamos todos de acuerdo que ese vino de 2, 3 o 4€ va a aportar poco o nada a cualquiera de las dos culturas, pero si sigue en ese empeño de minusvalorar a quien lo consume, si no se realizan esfuerzos para reconducir todo lo posible ese consumo a vinos de una calidad, al final el vino terminará siendo un lujo apto para unos pocos, se convertirá en una cultura elitista.

 

09/11/2024

Días de vino y música, Volumen 1.

 



Se me ha ocurrido poner algo de música en el no-podcast, si me seguís desde hace tiempo por este blog, ya sabréis que me gusta mucho poner banda sonora a las entradas, y mientras Spotify lo permitía, durante un buen tiempo puse un acompañamiento musical a las entradas.

Con en el no-podcast, de tanto en cuanto pondré música que esté de alguna forma relacionada con el vino, canciones, pequeños cortes de música que espero que os gusten.


En este primer volumen sonarán Julio Iglesias, Manolo Escobar, UB40, Neil Diamond, Gipsy Kings, Eagles, Barcelona Big Blues Band, Dani Nel·lo y El Último de la Fila.

Aquí os dejo los enlaces al capítulo en Ivoox y Spotify. Es bastante posible que tenga que retirar el enlace de Spotify ya que en ocasiones suele poner problemas por los derechos de autor, por lo que os recomiendo escuchar este episodio por Ivoox.



 

26/10/2024

Menos Oros, Caperucita. 5ª Parte: Conclusiones (y II)

 

Llegó el final del análisis de Bacchus. Creo que no me ha merecido la pena todo el tiempo que le he dedicado, hay muchas horas de curro detrás, pero la conclusión ya la sabía antes de empezar a teclear la primera frase de la primera entrada de este monográfico. Temo decepcionaros un poco, pero vamos allá.

Bacchus, y como este, todos los concursos de vinos, no sirven absolutamente  para nada al público general tal y como están planteados. Una “competición” que abarca miles de participantes, en la que se entregan cientos de medallas, es como si quisiéramos reconocer a todos los corredores de 100 metros lisos que estén por debajo de los 11 segundos. Es muy probable que ni tú ni yo logremos alcanzar la marca, pero podemos ya sabíamos con antelación que esos corredores son los más rápidos del mundo, sería muy aburrido presenciar cómo dan una medalla, otra medalla, otra medalla, otra, otra, otra... pero exactamente ¿por qué? En las Olimpiadas, se premia a los tres primeros con una medalla, y del 4º al 10º con un diploma olímpico (y estos últimos ni siquiera tienen una ceremonia de entrega del título).

 Reconocer a cientos de marcas, aunque “sólo” sean el 30% de las muestras presentadas, no tiene ningún valor, más si estas marcas se repiten año tras año. Una competición es cuando decides premiar a 5 vinos por categoría y un ganador absoluto (no, AEPEV, no me refiero a vuestro modelo), pero claro, eso supondría que muchos vinos y bodegas se quedan sin “reconocimiento”, es decir, sin publicidad, y este tipo de concursos no son nada si no hay publicidad de por medio, porque cuando una bodega anuncia que ha tenido una medalla en el Bacchus, Mundus Vini o Decanter, al final estás haciendo publicidad… del concurso.

Otra conclusión que saco de Bacchus, es que no creo que tampoco sirva como herramienta de marketing de las bodegas para hacerse vender a los distribuidores, y por los mismos motivos, llega un momento en que muchas bodegas tienen medallas de tantos concursos que lo raro, lo exclusivo, lo extravagante es no tener medallas. Puede ser eso o que para poder empezar a hablar con un distribuidor tengas que tener 10 medallas del Bacchus, 5 Mundus Vini, una media de 87 puntos Parker y una foto con Tim Atkin en un majuelo…, si no, no lo entiendo.

Tres cosas más y termino.

No me resisto a enseñaros este cuadro.

Creado por Víctor Fernández Arribas. Licencia CC BY-NC-ND.
Creado por Víctor Fernández Arribas. Licencia CC BY-NC-ND.

Entre la edición de 2015 y la de 2023, han formado parte del concurso 353 catadores, de los cuales 220 (casi el 63%) lo han sido en una única edición, lo cual está bastante bien, hay mucha rotación. Casi todos los jurados tienen un perfil profesional relacionado con el vino, quiero decir, que conocen de primera mano lo que es un vino con defectos, lo que es un vino correcto o un vino interesante, no quiero decir que tengan que reconocer cada vino que catan, pero son más que capaces de distinguir vinos batalleros de vinos que realmente tienen un interés, entonces, no me explico ciertas medallas que recurrentemente se dan a vinos batalleros y mucho batalleros, y aquí hay tres problemas:

1.    O las muestras enviadas a concurso no tienen nada que ver con los vinos que se encuentran en el mercado (de suceder así, la organización del concurso debería hacer algo).

2.    O los catadores, a cata ciega, no son capaces de distinguir un vino batallero (no tiene sentido).

3.     O es que esos vinos tienen realmente un interés para recibir esas puntuaciones y reconocimientos.

Esto último, me rechina. Si la muestra presentada a concurso es del mismo vino que puedo comprar en el súper, si este vino ha sido capaz de tener un reconocimiento “elevado” por parte de sumilleres, Master of Wine, comunicadores, enólogos, etc. ¿por qué luego se cargan las tintas contra el vino de supermercado o vinos que tienen una tirada de millones de botellas?

No, oiga, vamos a ver. Si por un lado me están diciendo que estos vinos no tienen ningún interés, pero por otro me están reconociendo (mediante cata ciega), que SI posee un interés por encima de otros vinos, y que además está siendo reconocido por profesionales del sector ¿EN QUÉ DEMONIOS QUEDAMOS? Por eso sería interesante saber quiénes son los que catan los vinos, y por qué se les ha asignado los mismos (o al menos, los criterios), porque a lo mejor en una mesa en la que podían estar Pedro Ballesteros, Santi Rivas, Norrel Robertson o Zoltan Nagy (catadores en la edición de 2021, por poner un ejemplo real), han podido formar parte del jurado que han dado una medalla de Oro a varios Jaume Serra, Mayor de Castilla o Viña Albalí.

Ojo, con esto yo no estoy haciendo defensa del vino batallero. Si a tí te gusta, me parece poco menos que estupendo y espero que sigas disfrutando de él. Personalmente, no es el vino que más me guste beber “a palo”, pero lo que estoy tratando de decir es que aquí hay una absurda falta de coherencia. Hay muchos Master of Wine, sumilleres, enólogos, comunicadores especializados, gurús del wineloverismo (patrio y/o internacional) que hablan pestes y desprecian el vino de supermercado, ¡¡¡pero luego forman parte de jurados de concursos QUE PREMIAN VINOS BATALLEROS!!! ¿Esto cómo se come, cómo se defiende?, ¿qué pasa aquí, que a estos jurados les han engañado? Pues, oye, puede ser, vas un año, realizas tus catas, concedes unas puntuaciones en base a tus conocimientos y experiencias, y resulta que entre los premiados están vinos del súper. Te haces con una botella del mismo vino, lo abres en casa… y no es lo mismo, ni se le parece. “¡Hoiga, emosido engañado!” Para la próxima edición, que vaya Rita.

https://www.comprarbanderas.es/bandera-emosido-enganado-id21503.html


Pero qué pasa cuando no has ido ni una, ni dos, ni tres veces. Por poneros dos ejemplos, Pedro Ballesteros (Master of Wine) y Santi Rivas (gurú) han ido hasta en cinco ediciones, y como ellos, hasta 41 catadores han participado entre 5 y 9 ediciones. ¿Puede ser qué si el catador o catadora tiene cierto estatus, les pongan en las mesas en las que siempre ponen los Noé, Les Terrases, los mejores vinos internacionales que se presentan a concurso?

Y esto no pasa solo en Bacchus, posiblemente en el 99% de los concursos suceda lo mismo.

 

Y ahora vamos a por la organización. Ven, ven.

Bacchus, en particular, tiene un grave problema con esto al entregar más medallas de Oro que de Plata, estas dos últimas ediciones se han entregado el triple de medallas de Oro que de Plata, casi da la sensación de que han dejado las medallas de Plata en algo así como un trofeo tipo “gracias por haber participado, sigue intentándolo”.

Por otra parte, tantas medallas hacen que siempre sean las grandes bodegas quienes las ganen ya que (hasta ahora) son las que más dinero pueden destinar a estas promociones. Imaginaos a esa bodega pequeñita de Escalerillas de Abajo que ha ganado dos medallas de Oro, que las muestra todo orgulloso al paisano de al lado, y este le responde que le parece muy bien, pero que en la radio dicen que Don Simón ha ganado 432 medallas en 2023 y que encima lo puedo encontrar por toda España.

¿Soluciones? Pues endurecer los requisitos para obtener medallas bajando la tasa de premios a un 10% o menos, o limitar el número de muestras que puede presentar una bodega.

Lo que también necesita una solución urgente son las comunicaciones públicas que la organización cuelga de su web, que por otra parte, necesita una renovación urgentemente, se podría hacer arqueología digital con ese formato. Necesitan rabiosamente un corrector ortográfico, no es coña. Uno de los grandes problemas que he tenido a la hora de cohesionar una base de datos es que me encontraba los mismos nombres pero con faltas de ortografía, por poner dos ejemplos, me he encontrado Alvaro y Álvaro, Rodriguez y Rodríguez… Es más, en los distintos reglamentos a los que he visto, por razones que no entiendo, no tildan buena parte de las mayúsculas. Por ejemplo, la palabra “artículo” lleva tilde en la “i”, y no me vale ese bulo de que no se tildan las mayúsculas, porque la propia RAE indica que no hay ninguna norma o motivo por el que no se deban tildar mayúsculas. 

Otro ejemplo, en el Artículo III del reglamento (realmente, en todos los reglamentos desde la edición de 2021), pone: “ARTICULO III.- INSCRIPCION Y REMISION DE MUESTRAS.”, mientras que el Artículo VII dice: “ARTICULO VII.- FUNCIONES ESPECÍFICAS DEL DIRECTOR DEL CONCURSO DURANTE SU REALIZACIÓN.”, es decir, que poder han podido, pero por la razón que sea, alguien ha estimado que no es necesario poner todas las tildes.

Pero el problema que creo que deberían revisar más a fondo, es el de la coherencia de los datos que publican y que se contradicen entre sí.

Insisto en que yo he hecho una frikada, que salvo un tarao como yo, nadie va a coger medalleros y va a hacer una base de datos, y que claro que puede haber errores con los nombres de bodegas, que un año las denomines de una forma y al siguiente las llames de otra forma, como el caso de las cooperativas que pueden tener hasta 3 nombres distintos, o que haya vinos de Jerez que en ocasiones tienen el apellido VOS o VORS y en otras no. Me queda claro que este tipo de errores no tienen porqué ser exclusivamente de la organización del concurso, que puede ser un error de la propia bodega al rellenar las fichas de inscripción de los vinos porque no se fijan, o no recuerdan cómo denominaron a la propia bodega o a sus vinos en ediciones anteriores. Entiendo que si la organización no hace una base de datos con los participantes año a año, existan estos errores de coherencia de este tipo.

Pero lo que no tiene disculpa son errores de información. Tal y como os he contado en las anteriores entradas, hay muchas divergencias entre lo que dicen los comunicados de prensa, los medalleros y las fichas de los catadores, que insisto de nuevo, con datos que proporciona la propia organización desde su web. Me hago cargo de que todos nos equivocamos, que todos podemos subir documentos con alguna errata, pero también es verdad que se puede rectificar y se puede subir la rectificación, se pueden incluso hacer por RRSS, pero me da por pensar que más que errores de información, pueden ser problemas de comunicación, y os pongo dos ejemplos.

1.   - Si nos fijamos en el reglamento del año 2024, podemos ver que es el reglamento de la XXII edición correspondiente al año… 2022, son los típicos fallos cuando reúsas un documento, cambias dos cosas y lo subo sin leerlo entero.


2.  En las notas de prensa de las distintas ediciones, siempre indican que el número de catadores eran 80, menos en la edición de 2023 que ya ponían que eran 89, Si os fijáis en el cuadro que he puesto un poco más arriba, salen los catadores que ha habido cada año, y no cuadran con lo que indican las notas de prensa.

 

Claro, ves esto y te preguntas, ¿nadie de la organización revisa lo que sube, que se corresponda con lo que publican? Es más, ¿nadie de la prensa especializada les ha dado por contrastar estos datos? Que estamos de acuerdo en que no se van a poner a contar botella a botella o catador a catador en cada concurso de vinos, pero ¿nadie se atrevió a preguntar a la UEC, por ejemplo, por qué siempre ha habido 80 catadores, independientemente de las muestras que se presentan?, algo así como “Pepe ¿cómo que este año habéis subido de 80 a 89 los catadores?, o “María, ¿cómo es que han subido tanto el número de las medallas de Oro este año?”

Esto me da por pensar que si la organización no se molesta en leer lo que publica, si los medios especializados se limitan a publicar la nota de prensa que les pasan (o pagan por publicar) y no hacen preguntas, ¿por qué le debería interesar al público los resultados de un concurso de vinos?

Es más, ¿a quién le puede interesar un Concurso de Vinos?