A ver, me quedan muchos
charcos en los que meterme, pero no quiero que esto se convierta en una radio
novela eterna, voy a intentar que esta sea la última parte de esta serie de
episodios, y si me quedara algo en el tintero, pues le daré salida en el
futuro.
En la entrada anterior, decía que varias denominaciones estaban creando
microzonificaciones. Por no marearte mucho, las microzonificaciones son pequeñas
demarcaciones territoriales que se realizan dentro de una DO, con el fin de
resaltar alguna de las características que las pueden hacen diferentes al resto
de territorios de la denominación, y que pueden ser por el tipo de suelo, por
su microclima, por su orientación, su altitud, por ser un territorio histórico,
porque realizan alguna práctica que solo se hace en esa zona en concreto, o
porque a un señor de Soria se la ha ocurrido así…
Lo de “micro” tampoco hay
que tomárselo demasiado al pie de la letra. En algunos casos, como por ejemplo viñas
seleccionadas, viñas singulares, se pueden tratar de parcelas, pequeñas
extensiones que no alcanzan dos hectáreas y en otros casos como los vinos de
pueblo, o de paraje, puede haber cientos de hectáreas. Como esto es una cosa
que crea cada denominación, no hay un criterio único a nivel nacional o europeo,
y cada una de ellas lo hace a su gusto, le ponen los criterios que mejor se
adapten a sus querencias, y allá el consumidor se las entienda.
Sobre el papel, tiene
sentido, pero… llegar a un punto en el que se quiere ser tan sumamente
específico, me genera dudas sobre la verdadera intención.
La idea en sí es cojonuda,
es muy buena: te ofrezco un producto que viene abalado por el prestigio de tal
o cual denominación, y yo además te doy un plus más de calidad, estos vinos
sólo se pueden hacer en este punto concreto y determinado, y solo por dos o tres
bodegas, y si esa zona es muy pequeña, sólo mi bodega puede hacer vino en esa
viña singular.
El problema que le veo es
que para que el consumidor aprecie esa calidad y exclusividad, el consumidor primero
debe estar bien informado, saber qué es un vino de municipio, pueblo, paraje,
montaña, pago, viñedo singular… y saber por qué un vino de Labastida, San
Vicente de la Sonsierra, Roa, o Nieva es distinto a uno de Tudelilla, San
Esteban de Gormaz o La Seca. Si con estas zonificaciones las bodegas se van a limitar
a añadir una etiqueta más a su vino o hacer patria chica, entonces esto no va a
servir de nada, más tarde o más temprano las bodegas industriales tendrán sus
viñedos singulares, sus vinos de paraje o vinos de montaña, tienen el tiempo,
dinero y capacidad para crear campañas de publicidad, que. solo por inundación
de información, confunden al consumidor. Si alguien piensa que los consejos
reguladores van a ser capaces de poner coto, de regular que esto no sea un
desmadre, que pierda esperanzas.
Por el contrario, hay
denominaciones que están haciendo poco o muy poco por destacar su territorio,
como por ejemplo, Cava. Empezaron siendo unos pocos pueblos del Penedés donde
se elaboraba un vino espumoso que podía competir en el mercado contra espumosos
franceses e italianos, y que ahora se ha transformado en un monstruo sin
identidad. Al igual que los franceses pusieron todo su empeño para que sólo los
espumosos de Champagne pudieran recibir ese nombre, champán, en Cava se hicieron
grandes esfuerzos, se invirtió dinero y se luchó lo indecible para que sólo los
vinos espumosos amparados por esta denominación pudieran llamarse legalmente
Cava… hasta que años después se permitió a ciertas bodegas fuera de su
territorio original, llamar a sus vinos espumosos cavas, previa admisión [ruido de caja] en la
denominación de origen. A día de hoy se puede producir Cava en localidades de
Cataluña, La Rioja, Álava, Valencia y Extremadura (y creo que también hubo un
tiempo que se podía hacer en la zona de Aranda de Duero). El consejo regulador
ha creado cuatro diferenciaciones territoriales bastante bastas (Comtats de Barcelona, Valle del Ebro, Requena
y Viñedos de Almendralejo) y una figura exclusiva que es el cava de paraje
calificado y que sólo lo tienen seis bodegas catalanas.
Algunos de los fundadores
de la DO, han decidido abandonar Cava y formar denominaciones nuevas como
Corpinat o se han reintegrado en la DO Penedés. Cava cuenta a día de hoy con
bodegas que elaboran muy buenos vinos, pero también los hay muy mediocres, aquí
hubiera tenido más sentido hacer zonificaciones más concretas y muy bien
explicadas, saber que este cava de esta zona tiene tal calidad que le hace
diferente al cava de una zona que se encuentra a 5, 20, 200 o 500 kilómetros de
distancia, que no digo que sean necesariamente malos, pero que ayudaría a
comprender por qué hay diferencias entre estos vinos si comparten la misma
variedad de uvas y forma de elaboración.
¿Quieres que te muestre
otro ejemplo? Vamos a por otro ejemplo, una denominación que no han querido
saber diferenciarse todo lo necesario, y lo que es peor: han echado a perder su
identidad. Con todo el dolor de mi corazón, Rueda es el principal ejemplo de todo
lo que no se tiene que hacer y que nunca se debió hacer. Y créeme, para mí, es
doloroso.
Rueda en 1970 tenía más
vides de palomino que de verdejo, pero poco a poco consiguieron cambiar esta
proporción y elaborar vinos verdejos excelentes, alguno incluso se convirtió en
el mejor vino blanco que se hacía en España, (luego nos peleamos si no quieres
reconocerlo), la denominación consiguió lo más difícil, crear un excelente producto,
lograr su difusión a nivel nacional, para luego meterlo en un saco, molerlo a
palos, echarlo a la sima más profunda que encontraron y crear vinos muy
mediocres. Esto ha sido así por varias razones.
Primera razón:
poner el nombre de la variedad por encima del nombre da la DO, al principio de
los tiempos pudo tener sentido, pero tenían que haber reforzado el nombre de la
DO como marca, en vez de la variedad. Quizás en vez de verdejito ahora
estaríamos hablando de ruedita, pero aún con eso, se podría hacer algo para
solucionarlo, hubiera habido mimbres más que de sobra para cambiar la situación.
Ahora Rueda comparte el nombre de verdejo con un montón de denominaciones e
IGPs que no tienen nada que ver con ella y que, en muchos casos, lo único que
hacen es desprestigiar a Rueda y al propio verdejo.
Segunda razón:
se han emperrado en hacer lo mismo que le están haciendo a ella. Rueda ha
admitido variedades como godello para mantenerse en lo más alto de la lista de
ventas. Por lo pronto, se han metido en un berenjenal que incluso ha pasado a niveles institucionales, ya que
hay otras denominaciones que la acusan a Rueda de querer apropiarse de la
godello como uva propia. Curiosamente, esas mismas denominaciones, también
tienen reconocida la verdejo como uva principal o secundaria para hacer vinos,
e incluso amparan bodegas que ha comprado uva godello en la zona de Rueda, y
hasta se sospecha que hay vino de godello hecho en Rueda, pero que se ha
embotellado y etiquetado en estas denominaciones tan… “quejicas”
Tercera razón:
admitir variedades tan castellanas como Riesling, Viogner o Gewürtztraminer, (¡hala
a tirar años y años de esfuerzo!). Vale, Rueda tiene la sauvignon blanc
como herencia de aquellos tiempos en los que se plantaron en España castas
nobles internacionales como “mejorantes” de los vinos que se hacían con las
castas nacionales. Hay que reconocer que se hizo un buen trabajo y que la sauvignon,
a decir por los entendidos, hace buen papel en Rueda, pero traer variedades
extranjeras en el s. XXI por hacer vinos que estén dentro de una órbita
comercial…. Me cuesta entenderlo. Por un lado, puede que con estas variedades se
puedan hacer buenos vinos en Rueda, pero no sé si se escapa del concepto
denominación de origen, es decir, hacer vinos de aquí con variedades de aquí y
de la forma que aquí lo hacemos. Quizás el uso de estas variedades, se podía
haber derivado a otra figura de calidad que puede compartir espacio con las
denominaciones, como pueden ser vinos de la tierra, o al menos haber dotado a
la DO de alguna figura que distinga los vinos de las variedades propias del
territorio, de las variedades ajenas, ya sean nacionales o extranjeras. En
Italia, por ejemplo, están los Supertuscans, vinos hechos con variedades que no
son las propias de la Toscana, y que durante muchos años gozaron de mucho
prestigio. Ahora andan un poco de capa caída, pero me vale como idea de que se
pueden hacer las cosas de distintas formas.
Cuarta y última razón: falta de visión de calidad. Casi todos los mejores
verdejos que se hacen en la zona de Rueda están fuera de la denominación. Como
lo oyes. Los Cantayano, Barco de Corneta, los vinos de Ismael Gozalo, están en
la VT Castilla y León o simplemente como vinos de mesa. Creo haber leído hace
ya tiempo a los responsables de El Barco del Corneta, que ellos querían haber
entrado en su momento en Rueda, pero que la DO les exigía tener una capacidad
de embotellamiento y un número mínimo de barricas muy superior al que ellos podían
tener en ese momento. Cuando esta
bodega y otras de similar tamaño fueron invitadas a pertenecer a la DO, aún
cuando no cumplían requisitos, muy amablemente declinaron la invitación,
preferían quedarse en la VT Castilla y León, a pertenecer a una DO con el aura
de elaborar vinos de supermercado.
Estos problemas no solo
los tiene Rueda, se me viene a la mente Somontano, La Mancha, Rias Baixas,
incluso Rioja y Ribera, las denominaciones no están por la labor de cambiar… a su
propio favor. Que el consumo está bajando desde hace casi cincuenta años no es
novedad, que ahora esa bajada es más pronunciada tampoco, pero el
comportamiento del sector como de las propias DO es como el que ve que la
carretera se termina y se va a precipitar al vacío, a la espera que un ser
divino ponga un puente, y los salve de la inminente muerte.
Los cambios que se están
proponiendo son meramente estéticos, abordan la bajada de consumo como algo
estacional, algo que se repite cíclicamente, y la respuesta que dan es “ya
vendrán”, pero no se preocupan, al menos de forma pública, de ver qué es lo que
verdaderamente quiere el consumidor y como ofrecerles su producto para que les
sea atractivo. También está muy claro que hay un nuevo modelo de consumo, que
el mercado ha cambiado y que no todo es por su culpa, vale, pero si apenas cambian,
y entre que se lo piensan y lo hacen, el mercado ha vuelto a cambiar.
Asumo que es muy difícil
seguir el ritmo al mercado cuando se va remolque, sobre todo cuando no se ha
hecho nada para ir remontando, es como coger un autobús que ha pasado por tu parada
hace tres minutos, tú te has quedado quieto, sin moverte, y de repente echas a
correr a ver si llegas a cogerlo en la siguiente parada. Para empezar, las
denominaciones asumieron que la generación X y los millenials consumirían vino
a imitación de sus mayores, y comenzaron a darse cuenta de que el consumo no
repuntaba, no cuando la generación X llevaba 10 años consumiendo masivamente
cerveza y destilados, comenzaron a darse cuenta cuando los millenials
expusieron su consumo en las primeras redes sociales masivas, y ni siquiera ahí
fueron capaces de hacer algo más que preguntarse ¿K’apacháo?. Ahora están que
no mean porque la siguiente generación, la Z, no se sabe si por modas, si por
tendencias de consumo, beben aún menos alcohol. La respuesta han sido crear
tendencias absurdas como la del vino en lata o la actual del vino sin alcohol o
con menor contenido alcohólico, porque a las conclusiones que han llegado es
que el problema podía ser el formato o que las generaciones venideras rinden
culto al cuerpo, cuando de por medio ha habido dos crisis financieras y media (vamos a ver qué pasa ahora con lo de Irán),
y que otros sectores como el de la cerveza y los refrescos han sabido leer
mejor la situación y les han adelantado, por enésima vez, por la derecha. Los
primeros están logrando trasvasar un número aceptable de consumidores de
cerveza con alcohol a cerveza sin, y los segundos están creando productos
constantemente para tapar cualquier hueco por el que se le puedan escapar sus
consumidores objetivo.
Yo quería terminar aquí,
pero no me resisto a comentar algo que he visto el otro día en redes sociales,
aunque solo sea de pasada. La DOCa Rioja va
a cambiar su reglamento para amparar vinos con un menor contenido alcohólico
(entre medio y grado y medio menos, dependiendo del tipo de vino y su crianza),
va a permitir una nueva etiqueta “vendimia temprana” o “early harvest” para
vinos de menos de 12º (los tintos) y 11º (los blancos), y va a permitir que la
mezcla de vinos tintos, la mezcla de vinos rosados y la mezcla de vinos
blancos, contengan mayores cantidades de azúcar por litro. A mí, a primera
vista me parece una respuesta para un nicho de mercado que busca bebidas más
dulces y con menor graduación alcohólica, de alguna forma es aumentar la
categoría de vinos semidulces, que no dudo que tenga su público, pero creo que
es una medida demasiado amplia o vaga para atender a un sector de consumo
minoritario. Pero en el post en el
que comenté la noticia, otros usuarios apuntaban otras posibles causas:
- - Que
el aumento de la cantidad de azúcar se deba a que se quiere parar la
fermentación entre los 9 y 12º. Me cabe la duda si es legal añadir azúcar al
vino, si se realizará añadiendo mosto concentrado, o si se parte de un mosto
con mucho azúcar, de modo que llegue un momento que no haya tanta levadura como
para transformar el azúcar en alcohol.
- - Vinos
con menor contenido alcohólico con el fin de que en el Reino Unido post Brexit
estos vinos paguen menos impuestos
- - Vinos
con destino a los EEUU
Pero ha habido una voz que
ha apuntado que el problema no es realmente si el vino tiene menor graduación
alcohólico o más azúcar, que también, sino la pérdida de identidad de la propia
DOCa, se van a permitir unas prácticas a la hora de elaborar estos vinos, que
poco o nada tienen que ver con origen del vino en Rioja, y que solo benefician
a bodegas industriales (¡gracias, Ana!)
Y por terminar este
inciso. Si esto se permite hoy, ¿qué permitirán que se haga mañana, dentro de
un año, dentro de diez?
Llegados aquí y
prácticamente antes de terminar este episodio, me planteo varias dudas.
La primera: alguien que hoy, junio de 2025 y tenga 20 años, que está
consumiendo bebidas energéticas, refrescos a base de fuertes concentraciones de
azúcar y cafeína, ¿qué es lo que consumirá en 2055, con 50 años, bebidas
energéticas? Me juego el sexto dedo de mi mano izquierda a que ya hay gente
pensando qué nichos va a ocupar este consumidor.
La segunda: se están planteando medidas solo para las generaciones
que acaban de llegar a la edad legal de consumo, ¿realmente no ven que tienen
que trabajar todo lo que no trabajaron con las generaciones anteriores?
La tercera: al hilo de lo anterior, ¿no se dan cuenta que la
generación X y los primeros millenials somos los que ahora tenemos mejor poder
adquisitivo que las posteriores, y que somos los que podemos gastar algo más en
ocio y gastronomía?
Y la cuarta: ¿tienen que ser las denominaciones las que se tienen que
dar cuenta de todo ello, coger al toro por los cuernos y pegar un viraje de
270º a la situación? ¡Demonios, si!, si en los consejos reguladores están
esperando a que alguien les diga lo que tienen que hacer o que en un sueño el
dios del vino les revele algún secreto, van realmente jodidos, nadie va a mover
un dedo por ellos, si están pensando que la administración pública, la que sea,
estatal, regional, local, les va a sacar las castañas del fuero, ¡oh, amigo!,
el castañazo va a ser épico, y de hecho, ya está aquí, ya se está sintiendo.
Lo que se está haciendo
hasta ahora no está funcionando, y lo que es mejor, no va a funcionar.
Estimadas denominaciones
de origen calificadas o no españolas. No sé a qué estáis esperando a mover
ficha, pero a moverla de una vez, porque os están moviendo la mesa, os quedan
menos de 15-20 años de existencia, en el mejor de los casos. No podéis sobrevivir
todas como vinos de altísima calidad a precio de lujo. está muy bien que
queráis crear pirámides de calidad, que queráis reivindicar origen, territorio
y una forma de hacer las cosas, pero recordad que la cima de una pirámide solo
se sostiene si hay una base amplia y fuerte para sostenerla, porque de lo
contrario, la cima se cae y se rompe.