Maharishi Tempranillo en pleno mantra. Ohmmmm |
El
otro día hablábamos de influencers, perdón, influfakers del vino, y se dejaba
en el aire ocuparnos de otros actores de esta película. Surgió la duda de si
abordar a los gurús del vino y sus publicaciones, o si bien llevar la
conversación, complicada, sobre si las bodegas saben quiénes son sus clientes,
y si estos clientes son realmente los consumidores últimos del vino que crean.
Finalmente,
una moneda ha decidido que hoy se dispare (con intención de dar) hacia los
gurús del vino.
Gurú es
(entre otras cosas) un guía espiritual o una persona a la que se le atribuye
cierta autoridad intelectual, pudiendo coexistir a la vez más de uno, sin que
sus postulados tengan por qué coincidir completa o parcialmente con los
postulados de los otros, ni necesidad (aparente) de luchar entre si e imponer su
pensamiento. Para eso ya están sus seguidores que pueden ventilar dos hostias
al de enfrente si osa a cuestionar las enseñanzas de su maestro.
El
gurú ni nace, ni se hace, lo llaman. Todo gurú que se precie siente una llamada
dentro de su ser que le impele a divulgar las magnificencias de su filosofía,
ya sea divina o terrenal. Los gurús no son Mesías, no son semidioses, ni
siquiera los dioses hablan por su boca, ¡quía! Los gurús te muestran un camino
y tú decides seguirlo, no seguirlo, o seguirlo y dejarlo cuando te dé la gana.
Al gurú no le importa, aunque hay seguidores que no tienen la misma paciencia y
bondad que el maestro y quiera devolverte al rebaño calzándote hostias
espirituales y/o físicas.
El Gurú del Vino.
Dicho
esto (un poco en plan coña, sí, pero quedaros con la esencia): ¿qué es un gurú
del vino? Pues es toda esa persona que en un momento dado siente que el vino no
es simplemente una bebida, si no que posee unas cualidades metafísicas capaces
de transformar a la persona y/o a su entorno, de una forma lírica o no; y
siente la imperiosa necesidad de comunicarlo a sus semejantes. No es necesario
que sea enólogo o haya trabajado en una bodega, aunque hay gurús bodegueros. Lo
mismo puedes ser abogado, matemático o incluso haber sido un abstemio acérrimo.
El
éxito del gurú depende, no tanto en el número de seguidores directos, si no en
cuán lejos lleguen sus ideas, aunque lleguen a ser odiadas.
Estas
ideas van desde la recomendación de los vinos y bodegas que son del agrado del
gurú, a sus inspiradas ideas, en (demasiadas) ocasiones bastante abstractas y
arbitrarias, sobre cómo debe ser el vino ideal, el viñedo ideal…, para lo cual
se crea un lenguaje que sólo es comprensible para los iniciados, pudiendo tomar
palabras de otros idiomas o inventarla directamente, basten como ejemplo los
conceptos de terroir y mineralidad. La percepción que tienen
estos seres sobre colores, olores y sabores, darían para varias tesis
doctorales, que no es el tema de esa entrada, ya veremos en el futuro.
Estos
mantras se transmiten mediante reseñas en periódicos, revistas especializadas, blogs,
libros…, si bien el núcleo central, la esencia destilada de estas ideas son las
listas de vinos: listas de vinos recomendados, listas de vinos para ocasiones
especiales, etc.
En algún
momento de la historia de los gurús vitivinícolas, a alguno se le ocurrió
puntuarlos y apareció la escala malo-regular-bueno-muy bueno-excelente, pero se
conoce que se debió quedar corta y se generalizó el uso de una escala entre 0
(malo) y 100 puntos (excelente), aunque hay gurús que usan otras.
Esta
forma de puntuar es tan arbitraria como el propio gurú. Comparar un Don Simón
con un Dom Perignon lo hace cualquiera. Comparar vinos de calidades similares,
de la misma o distinta procedencia, hay que apelar a la profesionalidad del
catador.
Cierto,
un vino que tenga entre 90-95 en una de las listas de cualquier gurú, tiene ± 2
o 3 puntos de diferencia con las otras guías de los otros gurús, y a partir de
los 96-100 puntos, esta diferencia pasa a ser de ±1 punto, por lo que esos
vinos tienen que ser maná o ambrosía divina.
Maharishi Cabernet y su equipo. |
Si los Beatles seguían al Maharishi, las bodegas no tienen porqué conformarse con seguir al gurú local de turno, es más, muchas de ellas prefieren llegar a gurús con una relevancia más internacional, pero ¿cómo hacer llegar tu vino a los próceres vínicos?
Pues
la cosa tiene bemoles. Para empezar, los gurús no beben todos los vinos que
salen en sus publicaciones, ese honor solo lo tienen las vacas sagradas,
bodegas históricas y más raramente los descubrimientos casuales. Lo normal es
que tu vino lo cate alguno de los delegados que el gurú tenga, lo cual tampoco
es demasiado fácil.
Algunos
de estos representantes cuentan historietas de cómo viajan a ciertos lugares
donde le han seleccionado doscientos, trescientos vinos listos para probar. Si,
si, 200 o 300 vinos a probar en un número determinado de días. En más de una
ocasión se han oído las quejas de bodegueros porque sus vinos no han sido
elegidos en esas 200/300 muestras que, ojo al dato, una cosa es ser elegido y
otra muy distinta es que pases el corte del catador. Algún día habrá que hablar
de cómo se hacen esas catas y tirar de sentido común.
En
otras ocasiones, es el propio delegado quien te pide visitar tu bodega, por la
razón que sea, que tus vinos sean muy buenos y sean todo un descubrimiento, o
porque has pagado una campaña publicitaria en la publicación del jefe, porque
los gurús y sus acólitos no viven del aire ni hacen esto por puro altruismo. De
esto también habría que hablar otro día.
El
caso es que una o varias etiquetas de una bodega consiguen, de una forma u otra
figurar en una de esas listas, ¡ya salen en los papeles!, ya pueden poner un
trozo de etiqueta monísimo con los puntos que le ha dado tal o cual gurú, e
incluso poner la de todos los gurús que le han puntuado.
Y
desde ya, el vino entra en un círculo vicioso. Unos años subirás puntos, otros
bajaras, pero ni se te ocurra salir del sistema
La anterior entrada decía que los gurús del vino, de alguna forma pueden manipular el precio de los vinos, y esta puede ser la herramienta.
Y ya por último, rama lama din don.
Existe el trabajo duro, existe la dedicación, existe el reconocimiento, por supuesto, que no falte, pero muchas veces este reconocimiento parece artificial. Todos los grandes vinos suelen mantener siempre la misma altísima puntuación. No dudo que la exigencia del trabajo en esas bodegas sea muy alto, pero parece que nunca les afecta el mal tiempo o que sus vides nunca enfermen. Es verdad, es cierto que pocas bodegas pueden decidir no realizar una o varias añadas de sus vinos si estos no cumplen ciertos parámetros de calidad. También es cierto que esto hace que las añadas anteriores y posteriores se revaloricen, hasta que punto esta medida no es especulativa.
También
decíamos que estos gurús que al principio lograron que el vino dejara de ser
tan elitista, y que de alguna forma dieron cierta democratización a este
mundillo a base de difundir el trabajo de pequeños productores, de zonas
vinícolas menos conocidas, al final se han marcado un Síndrome de la Morena (SDLM):
comenzaron denunciando las viejas formas mostraron una nueva forma de hacerlas,
para posteriormente convertirse en lo mismo que habían denunciado.
Los
gurús del vino han logrado que se cate vino, no que se beba. Han dictado cómo
hay que beberlo, han dictado en qué copa hay que servirlo, a qué temperatura,
etc. Al final han dado una vuelta de tuerca al elitismo, y ahí está el
resultado, cada vez hay menor consumo de vino.
Durante
tantísimo tiempo se han dedicado a escuchar a quien es bailaba el agua, que no
se han dado cuenta que han ido perdiendo seguidores, se les han muerto por el
camino y nadie se ha preocupado por sustituirles, no se da cuenta que poco a
poco se están quedando desnudos, y dentro de poco se quedarán en pelota picada
y casi solos.
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