26/01/2021

De influencers y vetustos gurús.

 

El @WineGuruChachi de Instagram que lo peta con los vinos.

Al tiempo de  todo el ruido y polémica que está generando el cambio de residencia fiscal de un influencer, el pasado día 20 de enero leí en la revista especializada Sobrelías el artículo Instagram no tira: Los baby boomers se jubilan y los millennials no cogen el testigo en el consumo de vino

Bastante explícito, ¿verdad?

Que el consumo de vino entre la generación millenial es inferior a la de sus padres, la generación baby boom (boomers), no es en sí novedad. Tampoco lo son las razones de este bajo consumo, si bien en este blog pensamos que ni se han descrito suficientemente bien todas ellas, ni casi nadie ha hecho por comprenderlas, mucho menos pensar cómo revertir la situación, dentro de un consumo moderado.

Sobrelías apunta muy bien alguna de ellas, se puede estar más o menos de acuerdo con todas, pero hay una que es singularmente llamativa:

 

[…] La publicidad barata, chabacana, como es la de los ‘influencers’ de Instagram, lo único que hace es ningunear el vino de una bodega.

 

Como se dice en el artículo, las bodegas se equivocan al perseguir perfiles de Instagram con muchas visualizaciones, para posteriormente llegar a un acuerdo para promocionar sus productos en estos perfiles mediáticos.

Es indudable que una foto de LeBron James, Cristiano Ronaldo o Messi sentados en una mesa con una botella de Vega Sicilia Único es una publicidad impagable, como marca y como estatus: Vega Sicilia, el vino de las estrellas.

Pero esta foto es poco repetible en la realidad y tampoco es que Vega Sicilia tenga una necesidad extrema de utilizar las RRSS para publicitarse de esta forma, puede que las tres fotografías hayan sido una casualidad, no están tomadas ni siquiera en el mismo año, pero aunque así fuera, ¿cuántas personas pueden comprar Vega Sicilia Único regularmente?, ¿es el público millenial el perfil de cliente que busca la bodega?

 

Pero en el caso de los influencers y de bodegas con menos (que no peor) caché que Vega Sicilia, es distinto. El artículo de Sobrelías enlaza a otro recogido en Wine-Searcher, escrito por James Lawrence: “La Incurable plaga de los influencers del vino, que es imprescindible leer. Aborda magistralmente cómo muchos perfiles que promocionan el vino, lo hacen de una forma superficial y pomposa, buscando alimentar sus egos y sus cuentas corrientes más que promocionar el vino. Fotografías bonitas en sitios bonitos, evocando sensaciones bastante hipócritas.


Lawrence afirma que el trabajo de críticos y autoridades, hacen más por el consumo de vino y el desarrollo económico sostenible de regiones vitivinícolas, que toda una legión de influencers, y que gente como Tim Atkins o Jancis Robinson son los verdaderos influencers, no cualquiera con un móvil en la mano.

 

Si bien el artículo es impecable hay algo con lo que no estamos de acuerdo.

 

Es cierto que críticos como Parker, Atkins, Robinson, Peñín…, en cierto modo pueden modular la venta de vino a través de la publicación de sus guías de vinos. Es imposible escapar a la expresión de vinos parkerizados, aquellos vinos que se “hacen” con características que se supone que son del gusto de Robert Parker, con el fin de conseguir la mayor puntuación posible en su publicación. Es innegable que hay bodegas que hacen todo lo posible para que sus vinos aparezcan en el mayor número de guías y recomendaciones con las mayores puntuaciones posibles.

Es más innegable todavía, que vinos que un año (y algunos de aquellas formas) consiguieron más de 90 puntos en algunas de estas guías, al año siguiente doblaron o triplicaron su precio. Para algunas bodegas fue más que suficiente para hacer caja, mientras que otras trabajan afanosamente para hacer un buen vino y mantenerse en lo más alto todo el tiempo que puedan.

Son estos gurús –que no influencers- quienes más se han dedicado a dictar cómo se ha de beber el vino, a qué temperatura, en qué copa, a qué precio hay que vender el vino, cómo se ha de vender, en ocasiones en complicidad más o menos manifiesta de otras guías gastronómicas, como la encarnada Michelín.

 

Si bien sabemos que una foto en un stories, o un vídeo en un perfil de Instagram,ni los mejores influencers van a ser capaces de alentar una la compra significativa de vino, ¿por qué no vamos a la raíz del problema?, ¿por qué no cuestionamos a todos los actores de la situación actual del vino, empezando por esos vetustos críticos que ni entienden ni quieren entender que lo que funcionaba antes ya no funciona ahora, y que si han sido grandes, ha sido por cuestionar el modelo dominante anterior?

La realidad es que el consumo de vino baja y va a bajar más aún. Esto no es una cuestión de con quién vendo mi vino y qué etiqueta pongo en la botella. La cuestión es que muchas bodegas, especialistas, gurús, pseudoinfluencers no se hacen las preguntas correctas, entre otras:

 

¿A quién le quiero vender mi vino?

¿Se lo puede permitir?

¿Cuántas veces se lo pueden permitir a lo largo del año?

 

Es verdad, al vino le sobra Instagram, Twitter y Tik Tok.

Y el olor a cerrado de los antiguos templos de los gurús, también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por motivos ajenos a mi voluntad, os informo que todos los comentarios tienen que ser moderados.

Salvo que dichos comentarios incluyan insultos o cualquier amenaza (física o verbal) contra las personas o cosas, serán publicados a la mayor brevedad posible.

Muchas gracias.