La pausa que refresca |
Llevo varios días rumiando esta entrada
de @Terroaristas, El festín de Babette, ni que decir tiene
que es altamente recomendable leerla.
Si la entrada per
se es un más que necesario y conseguido homenaje al sector de la
hostelería, una vez leída y vista la película (que os recomiendo ver, la tienen
en el Prime aquí) en la
que se basa la entrada, para mí hay una parte de la trama que se me acomoda a
algo que le vengo dando vueltas últimamente.
Para ello, tengo que poneros en situación y desvelar
parte de la trama de la película. En el improbable caso de que alguien quiera
ver la película antes, que sepa que de aquí en adelante esto está lleno de
spoilers.
Nos encontramos en un pueblo de la costa de Dinamarca,
aproximadamente en 1875. Parte de sus habitantes, todos ancianos, son miembros
de una piadosa congregación protestante que viven voluntariamente en la más
estricta austeridad, su dieta se basa en una especie de gachas a base de pan
negro, cerveza y bacalao. Una mujer francesa, Babette, llega a la isla buscando
refugio tras estallar una guerra en Francia y es acogida por dos viejas
hermanas, hijas del fundador de la congregación, que la toman como doncella sin
sueldo.
Unos diez años después, Babette gana 10.000 francos en
una lotería francesa, y como muestra de agradecimiento por todo el tiempo que
ha estado acogida, decide preparar una auténtica cena francesa para la
congregación en el centenario del nacimiento de su fundador, en la casa de
este, que es donde viven Babette y las dos viejas hermanas, que aceptan el
ofrecimiento a regañadientes, ya que disfrutar de la comida es prácticamente
pecado.
A la cena acuden otras dos personas vinculadas con la
congregación pero que no viven en el pueblo, una vieja duquesa y su sobrino, un
general del ejército que cortejó a una de las hermanas cuando eran jóvenes.
Este prestigioso militar ha estado destinado en varios
países, por lo que ha adquirido cierta cultura gastronómica.
Hay otra persona que acude a la cena de forma indirecta,
el cochero que ha llevado a la duquesa y al general, que cena en la cocina
idéntico menú que los que se encuentran en la mesa, bebidas incluidas.
La cena se desarrolla en el salón de la casa de las
hermanas, la mesa ha sido engalanada para la ocasión, un buen mantel,
candelabros, vajilla de porcelana, copas de cristal, es un lujo en sí misma.
La descripción de los platos y el nombre de los vinos,
las peculiaridades de los mismos las describe muy bien @Terroaristas en su entrada
y no son el interés principal de esta entrada, fundamentalmente porque jamás he
comido (ni por asomo) los platos del menú y desconozco los vinos más allá de la
literatura especializada que se puede encontrar en internet. En definitiva, no
los he probado, y salvo que me toque la lotería, es bastante complicado que
pueda hacerlo por mis propios medios, al menos en un mismo día.
Entonces, ¿de qué quiero hablar?
Gran pregunta.
En la película, la cena se desarrolla cordialmente, todo
el mundo come, bebe y disfruta de los manjares, son felices como no han sido en
mucho tiempo.
Al final de la película, descubrimos que Babette es una
gran cocinera y antigua chef del Café Anglais de París, y que se ha gastado los
10.000 francos de la lotería en realizar esa cena. Todo el mundo vuelve feliz a
sus casas y hasta aquí podemos leer.
Yo la película la afronto desde el punto de vista de los
comensales:
- Los
integrantes de la congregación: (se supone) que toda la vida se han visto
obligados por su fe a no disfrutar de la comida, ya que moralmente disfrutar de
los alimentos es poco menos que un pecado mortal. A pesar de hacer la promesa
de no disfrutar de la comida ni hablar en el futuro de la misma, su resistencia
se ve vencida por la espectacularidad de los platos, y muy seguramente, por el alcohol
del vino. Es cierto que disfrutan con comida y bebida, pero no le dan
importancia al origen o historia de los platos. Seguramente se comportarían
igual si les ponen un pollo al ast y un vino más asequible, disfrutarían
igualmente. Claro que se han ido a casa contentos y bailando, pero para eso no
es necesario tomar una cena francesa obligatoriamente.
- El
general: distingue, aprecia y valora viandas y vinos con solo paladearlos.
Conoce sus detalles, su historia, lo difícil que es conseguir alguno de los
vinos que hay en el salón. Realmente es un conoissieur,
disfruta de la comida por la comida en si misma y la intrahistoria que tiene
cada plato, cada copa. Sin duda es el que más está disfrutando del evento.
- El
cochero: está disfrutando, casi seguro por primera vez, de esos platos que
puede considerar hasta exóticos, es más que posible que jamás haya probado esos
vinos. Disfruta de la comida por la comida, por lo que le ponen en el plato y
en la copa sin necesidad de saber si tal receta es de tal chef o si el vino
proviene de tal o cual zona de Francia, simplemente disfruta.
De los tres tipos de comensales, está claro que solo el
general podría repetir en el futuro una cena parecida, tanto por motivos
culturales como económicos, mientras que para la congregación y el cochero, esa
cena solo supone una excepción a la norma. Dejando de lado a la religión, de no
haber sido invitados a esa cena, es improbable que se la hubieran podido
permitir por sus medios. “Una cena para 12 comensales en el café Anglais costaba
10.000 francos” dice Babette en un momento de la película, no es descabellado
pensar que ni 12 cocheros o los congregacionistas pudieran pagarse una cena
como esa, es obvio que tendrían que rebajar sus expectativas.
Y aquí es donde enlazo con mis barruntos.
Cada vez veo más que el enfoque actual del vino es a un
modelo de gamas medio-altas, a vinos de 20€/botella y de vinos no
necesariamente españoles, es sorprendente la cantidad de vinos franceses que
veo en los perfiles de aficionados al vino, que me parece poco menos que
estupendo, que cada uno beba lo que le dé la gana y pueda permitirse. Por un
momento pensé que se debía a los perfiles que seguía por RRSS, pero dando
vueltas fuera de mis círculos, veo que esa tendencia se mantiene.
Claro que no son Pingus o Clos de Vougeot, pero son los
típicos vinos que los tiesos compramos para ocasiones especiales (cumpleaños,
días señalados, navidad) y que te animan a consumir a diario.
Pareciera que cada vez hay menos interés en los vinos de
gama media, media-baja, y tengo la misma sensación que el cochero que se sentó
a cenar en la cocina, si me ponen el vino por delante, estoy seguro que puedo
disfrutarlo sin la necesidad de saber su historia, y seguro que no es una
experiencia tan completa como aquel que la conoce, pero realmente me sorprende
muchísimo que por un lado exista el discurso del vino como elemento de una dieta
cultural, ancestral y mítica, que se realice un discurso para fomentar un consumo
(más o menos moderado) de un producto de calidad y de origen español, pero por
otro lado se desprecia el consumo de vinos de supermercado o de un valor
inferior a esos 20 €/botella que mencionaba antes.
Claro que hay un vino industrial insípido, sin calidad y
que apenas si sirve para cocinar, pero entre esos vinos y los vinos tope de
gama hay un recorrido enorme y sólo se presta tanta más atención cuanto más
cerca está del tope.
¿Existe realmente el interés por fomentar un consumo de
vino a escala nacional que complemente a la exportación, que tenga en cuenta
que no todos podemos permitirnos beber semanal o mensualmente vinos de más de
25€, o vamos a seguir escuchando a las sirenas plañideras quejándose de lo mal
que va todo y de lo malos que somos cuidando nuestro patrimonio mientras abren
una botellita del último Jura que han comprado?
¿Acaso somos nosotros el cochero?
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