07/03/2021

El cochero y el banquete, por @aesteladoduero

La pausa que refresca

 

Llevo varios días rumiando esta entrada de @Terroaristas, El festín de Babette, ni que decir tiene que es altamente recomendable leerla.

Si la entrada per se es un más que necesario y conseguido homenaje al sector de la hostelería, una vez leída y vista la película (que os recomiendo ver, la tienen en el Prime aquí) en la que se basa la entrada, para mí hay una parte de la trama que se me acomoda a algo que le vengo dando vueltas últimamente.

Para ello, tengo que poneros en situación y desvelar parte de la trama de la película. En el improbable caso de que alguien quiera ver la película antes, que sepa que de aquí en adelante esto está lleno de spoilers.

Nos encontramos en un pueblo de la costa de Dinamarca, aproximadamente en 1875. Parte de sus habitantes, todos ancianos, son miembros de una piadosa congregación protestante que viven voluntariamente en la más estricta austeridad, su dieta se basa en una especie de gachas a base de pan negro, cerveza y bacalao. Una mujer francesa, Babette, llega a la isla buscando refugio tras estallar una guerra en Francia y es acogida por dos viejas hermanas, hijas del fundador de la congregación, que la toman como doncella sin sueldo.

Unos diez años después, Babette gana 10.000 francos en una lotería francesa, y como muestra de agradecimiento por todo el tiempo que ha estado acogida, decide preparar una auténtica cena francesa para la congregación en el centenario del nacimiento de su fundador, en la casa de este, que es donde viven Babette y las dos viejas hermanas, que aceptan el ofrecimiento a regañadientes, ya que disfrutar de la comida es prácticamente pecado.

A la cena acuden otras dos personas vinculadas con la congregación pero que no viven en el pueblo, una vieja duquesa y su sobrino, un general del ejército que cortejó a una de las hermanas cuando eran jóvenes.

Este prestigioso militar ha estado destinado en varios países, por lo que ha adquirido cierta cultura gastronómica.

Hay otra persona que acude a la cena de forma indirecta, el cochero que ha llevado a la duquesa y al general, que cena en la cocina idéntico menú que los que se encuentran en la mesa, bebidas incluidas.

La cena se desarrolla en el salón de la casa de las hermanas, la mesa ha sido engalanada para la ocasión, un buen mantel, candelabros, vajilla de porcelana, copas de cristal, es un lujo en sí misma.

La descripción de los platos y el nombre de los vinos, las peculiaridades de los mismos las describe muy bien @Terroaristas en su entrada y no son el interés principal de esta entrada, fundamentalmente porque jamás he comido (ni por asomo) los platos del menú y desconozco los vinos más allá de la literatura especializada que se puede encontrar en internet. En definitiva, no los he probado, y salvo que me toque la lotería, es bastante complicado que pueda hacerlo por mis propios medios, al menos en un mismo día.


Entonces, ¿de qué quiero hablar?

Gran pregunta.

En la película, la cena se desarrolla cordialmente, todo el mundo come, bebe y disfruta de los manjares, son felices como no han sido en mucho tiempo.

Al final de la película, descubrimos que Babette es una gran cocinera y antigua chef del Café Anglais de París, y que se ha gastado los 10.000 francos de la lotería en realizar esa cena. Todo el mundo vuelve feliz a sus casas y hasta aquí podemos leer.

 

Yo la película la afronto desde el punto de vista de los comensales:

-       Los integrantes de la congregación: (se supone) que toda la vida se han visto obligados por su fe a no disfrutar de la comida, ya que moralmente disfrutar de los alimentos es poco menos que un pecado mortal. A pesar de hacer la promesa de no disfrutar de la comida ni hablar en el futuro de la misma, su resistencia se ve vencida por la espectacularidad de los platos, y muy seguramente, por el alcohol del vino. Es cierto que disfrutan con comida y bebida, pero no le dan importancia al origen o historia de los platos. Seguramente se comportarían igual si les ponen un pollo al ast y un vino más asequible, disfrutarían igualmente. Claro que se han ido a casa contentos y bailando, pero para eso no es necesario tomar una cena francesa obligatoriamente.

 

-       El general: distingue, aprecia y valora viandas y vinos con solo paladearlos. Conoce sus detalles, su historia, lo difícil que es conseguir alguno de los vinos que hay en el salón. Realmente es un conoissieur, disfruta de la comida por la comida en si misma y la intrahistoria que tiene cada plato, cada copa. Sin duda es el que más está disfrutando del evento.

 

-       El cochero: está disfrutando, casi seguro por primera vez, de esos platos que puede considerar hasta exóticos, es más que posible que jamás haya probado esos vinos. Disfruta de la comida por la comida, por lo que le ponen en el plato y en la copa sin necesidad de saber si tal receta es de tal chef o si el vino proviene de tal o cual zona de Francia, simplemente disfruta.

 

De los tres tipos de comensales, está claro que solo el general podría repetir en el futuro una cena parecida, tanto por motivos culturales como económicos, mientras que para la congregación y el cochero, esa cena solo supone una excepción a la norma. Dejando de lado a la religión, de no haber sido invitados a esa cena, es improbable que se la hubieran podido permitir por sus medios. “Una cena para 12 comensales en el café Anglais costaba 10.000 francos” dice Babette en un momento de la película, no es descabellado pensar que ni 12 cocheros o los congregacionistas pudieran pagarse una cena como esa, es obvio que tendrían que rebajar sus expectativas.

Y aquí es donde enlazo con mis barruntos.

Cada vez veo más que el enfoque actual del vino es a un modelo de gamas medio-altas, a vinos de 20€/botella y de vinos no necesariamente españoles, es sorprendente la cantidad de vinos franceses que veo en los perfiles de aficionados al vino, que me parece poco menos que estupendo, que cada uno beba lo que le dé la gana y pueda permitirse. Por un momento pensé que se debía a los perfiles que seguía por RRSS, pero dando vueltas fuera de mis círculos, veo que esa tendencia se mantiene.

Claro que no son Pingus o Clos de Vougeot, pero son los típicos vinos que los tiesos compramos para ocasiones especiales (cumpleaños, días señalados, navidad) y que te animan a consumir a diario.

Pareciera que cada vez hay menos interés en los vinos de gama media, media-baja, y tengo la misma sensación que el cochero que se sentó a cenar en la cocina, si me ponen el vino por delante, estoy seguro que puedo disfrutarlo sin la necesidad de saber su historia, y seguro que no es una experiencia tan completa como aquel que la conoce, pero realmente me sorprende muchísimo que por un lado exista el discurso del vino como elemento de una dieta cultural, ancestral y mítica, que se realice un discurso para fomentar un consumo (más o menos moderado) de un producto de calidad y de origen español, pero por otro lado se desprecia el consumo de vinos de supermercado o de un valor inferior a esos 20 €/botella que mencionaba antes.

Claro que hay un vino industrial insípido, sin calidad y que apenas si sirve para cocinar, pero entre esos vinos y los vinos tope de gama hay un recorrido enorme y sólo se presta tanta más atención cuanto más cerca está del tope.

¿Existe realmente el interés por fomentar un consumo de vino a escala nacional que complemente a la exportación, que tenga en cuenta que no todos podemos permitirnos beber semanal o mensualmente vinos de más de 25€, o vamos a seguir escuchando a las sirenas plañideras quejándose de lo mal que va todo y de lo malos que somos cuidando nuestro patrimonio mientras abren una botellita del último Jura que han comprado?

¿Acaso somos nosotros el cochero?

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