Bienvenidos al circo. |
La idea de esta entrada, la idea inicial, era poner al
consumidor de vino frente a los gurús y a los @winefakers. Claro, nuestro punto
de vista está supeditado a nuestro consumo y a cómo entendemos nosotros el vino
y lo que le rodea. Cuando íbamos por la sexta página, nos damos cuenta de que
el relato no termina de funcionar. Nuestras experiencias se empiezan a llenar
de contradicciones, ya no las que puede haber entre dos o más personas, si no
entre los relatos y experiencias habituales.
Si hay algo que quería, que queríamos hacer con esta
nueva etapa del blog, es y será mantener ideas que se mantengan lo más cerca
posible del sentido común y con la mayor coherencia posible. No siempre lo
lograremos.
Cuando leemos
estudios sobre los “beneficios” para la salud manteniendo un consumo
““moderado”” de vino, al final ves que todo se basa en experimentos in vitro, o
con ratones, o estudios basados en dietas para personas afectadas por diabetes
tipo II que quieren extender al resto de la población, y los propios estudios
dicen que los resultados no son concluyentes y que necesitan de más resultados.
Aquí es fácil ser coherente, distinto es que otros prefieran quedarse con el
cuento por sus propios intereses (si es que realmente ha leído alguno de estos
estudios).
Pero claro, querer creer que nuestro sentido común y
nuestra coherencia es representativa…, hay un mundo.
Al final esto queda como una opinión, en algunos casos
basada en hechos y experiencias, en otros casos, basada en como sentimos las
cosas.
Bajo nuestra perspectiva, el consumidor de vino es
tratado como una marioneta. Tanto gurús, como @winefakers tratan de llevarte a
su huerto. Los gurús, las viejas guías de vino tratan de retenerte en el mismo
camino que llevan desde hace 50 años, han pasado de ser descubridores a ser
dictadores de dogmas y falsos axiomas.
El mundo @winefaker no es que sea muy distinto, en
algunos casos son como gurús con Instagram, donde lo que importa es que su
producto es el más guay porque ellos dicen que es muy trendy o cool, aunque sea
aguarrás, pero es el aguarrás de moda de esta semana, o de este mes, y tiene
importancia esa semana o ese mes, una vez pasado ese tiempo, en el pasado se
queda. Si se quedan sin recursos (o directamente no quieren quebrarse la
cabeza) pueden retomar uno de esos “viejos” contenidos y los vuelven a publicar,
es vintage.
Haciendo una comparación musical, tanto las grandes guías
como los @winefakers son el mainstream
de la opinión del vino, existen corrientes underground
y outsiders, cada cual con más o
menos gracia e influencia.
Lógicamente el consumidor habitual no puede escapar, o no
es fácil escapar de la opinión mainstream
por lo que nos podemos ver influenciados con alguna de estas corrientes.
Con la pandemia, al no poder hacer nuestra vida “normal”,
de alguna forma juega a favor de la corriente dominante, y esta corriente
últimamente está machacando al consumidor más débil.
Salvo muy contados casos (cada vez menos), esta corriente
presta atención principalmente a vinos que superan los 20€, puntualmente hacen
algo con los vinos por debajo de este nivel económico, casi siempre con aires
un poco de perdonavidas o como favor para los tiesos.
Hombre, hablar bien de vinos de 20 € en adelante es fácil.
Claro que hay truños y vinos hipersobrevalorados, claro que hay vinos
perfectamente olvidables, sería atrevido decir que son los menos, pero es más
frecuente encontrar más vinos buenos que malos. Y si son malos, tampoco es
problema, es aquí donde gurús y @winefakers tiran de sala VAR y pitan lo que
les es más conveniente. Por conveniente queremos decir cling-cling-caja.
Ahora bien, ¿qué pasa con los vinos de menos de 20€? Por
lo pronto el consumidor habitual de estos vinos se le considera un mindundi, en
más de una ocasión hemos leído alguna crítica que dice que es preferible
beberse un vino de 30€ que dos de 15 ó tres de 10€.
Tres consideraciones: primera, hay buenos vinos por
debajo de 20€. Segunda, también hay mucho vino malo y sobrevalorado. Tres, son,
de largo, los vinos más consumidos en España, y no necesariamente son los vinos
de supermercado.
Hablando de super/hipermercados. Cuando toda la
hostelería estaba cerrada, cuando nos daba miedo recibir un paquete, los
supermercados eran el único punto donde conseguir vino. Y seamos francos, eran
tablas de salvación, y salvo excepciones, no eran ni son el mejor la forma de
conseguir vino, por muchas razones, desde la monótona variedad del producto,
hasta el tratamiento del mismo. Pero tampoco podemos ser cínicos, sobre todo
cuando hemos hecho series en el blog y en los perfiles de Twitter y (antaño) de
Facebook, sobre vinos de supermercado, y algo se puede rascar, aunque en el
mejor de los casos sean poco más que vinos para pasto diario.
Aquí solo bebían vino de super, desataron la ira del gurú.
Pero últimamente notamos que este consumo ha sacado de
quicio a los gurús y @winefakers más canónicos. No es que antes no lo tuvieran
atravesado, pero este consumo de último recurso les molesta. Aparte de
despreciar al consumidor y al producto del súper, ahora esgrimen puerilmente el
argumento del escaso o nulo margen de beneficio de la venta del vino por debajo
de los 5€, y el caso es que el argumento es válido.
Una botella de vino que te vendan por debajo de 5€,
independientemente de la calidad del mismo, es un precio con el que tienen que
tener beneficio el que cultiva y cuida la viña, el que transforma las uvas en
vino y lo embotella, el que transporta las botellas al supermercado y el que
vende esas botellas en sus establecimientos, y eso es muy difícil de hacer por
5€, ya no digamos si el vino cuesta menos de 1€; y como siempre, la mayor
pérdida es para la base del negocio: el precio de la uva, que en algunos casos
llegan a comprarla por debajo de 0,30€/kilo, lo que no llega en ocasiones ni a
cubrir gastos.
El argumento es veraz, tiene muchísimo sentido común y es
coherente, pero hay que tener la cara de amianto para responsabilizar al
consumidor de vino de supermercado de los males del campo.
¿Acaso los críticos de esas publicaciones tan canónicas y
los personajillos posturistas de Instagram que beben vinos españoles de 50, 60
ó 200€/botella piensan que se ha pagado mejor al viticultor por el hecho de
haber pagado más por una botella?
Son tan dados a exigir que conozcamos la historia del
vino que bebemos, que demos importancia al terruño del que proceden las viñas,
que no tienen ningún problema en exigir que se le pongan más etiquetas al vino,
que si biodinámico, que si vegano, que si vino de tal o cual pueblo, villa,
páramo, majuelo o mojón de tal camino, pero a ninguno les hemos oído decir que
se le ponga una etiqueta al vino en el que se reconozca que se ha pagado al viticultor un precio justo por
sus uvas. Pero para ellos es lo de menos, es más fácil acusarte a tí de
insolidario porque has comprado una botella de vino de menos de tantos
euros.
Quizás habría que hacer
entender a estos botarates, que no todos estamos en disposición de gastarnos
cada semana 50 o 60€ en una botella de vino, ni podemos hacer reuniones de
amiguis llevando botellitas de 200€ de tal vino (para que luego te guste más
una botella de vino de 18€), siempre y cuando no bebas de gañote porque tal o
cual bodega se presta a “regalarte” la botella o la caja de botellas, así
sabemos todos beber buen vino.
Ellos mismos que van tan
prepotentes pidiendo y exigiendo medidas, lo mínimo que tenían que hacer es
cambiar tanta soberbia por más humildad, y que aquello que pontifican en las
redes y en sus revistas, lo cumplan, que den ejemplo.
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