Creo que en las dos últimas entradas
he podido dar una visión relativamente objetiva de lo que es un concurso de
vinos, o al menos esta es la idea que me he formado estos años.
En esta entrada y la siguiente, intentaré explicar lo
que yo entiendo para qué sirve un concurso de vinos, a quién se dirige y si
realmente el consumidor tiene en cuenta los premios y medallas para comprar un
vino.
A grandes rasgos los concursos de
vinos ya no buscan la excelencia entre los concursantes, si no que sirven como
una:
- “[…] herramienta de marketing para aumentar las ventas y la visibilidad en un mercado altamente competitivo” (Mundus Vini).
- “[…] Una herramienta de venta. Una
medalla del CMB puede aumentar sus ventas y abrirle nuevos mercados de
exportación” (Concurso
Mundial de Bruselas).
- “[…] Participar
en el International Wine Challenge […] tiene una serie de grandes beneficios,
desde la evaluación comparativa hasta el reconocimiento
de la marca y las innumerables oportunidades de relaciones públicas y
marketing[…]” (IWC).
Vale, me podéis decir que me he quedado con la parte que me interesa o que pongo el foco donde yo quiero, pero lo cierto y verdad es que (al menos) los grandes concursos enfocan el (supuesto) prestigio de sus premios como algo que sirve para revalorizar la marca del vino premiado y por ende de la bodega, es decir, que la participación en el concurso no es tanto por una búsqueda de los mejores vinos y su reconocimiento, sino como un reclamo de venta.
La cosa tiene una lógica impepinable: cuantos más premios tienes, más visibilidad se genera, más hablan sobre ti, más veces apareces (o te hacen aparecer) en los medios de comunicación. Ahora bien, ¿a quién va dirigido este marketing?
¿A quién le
interesa los resultados de los concursos de vinos?
En teoría tendría que ser al consumidor final del
vino, que no es otro que…
-
¿el que se bebe
el vino?
-
¿el mayorista, el distribuidor de los vinos, la
tienda o supermercado que vende la botella?
Digo y mantengo desde hace mucho tiempo que la promoción del vino se está haciendo fatal, mal, horriblemente mal porque el sector no tiene ni puñetera idea de quién es el cliente final del vino, y este no es el que compra los palés de vino, ni el hostelero que deja las cajas en un almacén, no, repetid conmigo NO, el cliente final somos los que nos bebemos el vino, que también somos los peor atendidos y muchas veces los peor formados. Por supuesto que quien vende vino tiene que estar bien formado, por supuesto que el distribuidor tiene que saber qué es lo que vende y a quién se lo vende, claro que la hostelería debe saber cuáles son los gustos de sus parroquianos y, en la medida de sus posibilidades, saber ofrecerles nuevos productos; pero la gran mayoría de los que terminamos por comprar la botella para beberla en casa o en un restaurante/bar/garito/tasca, somos los que menos sabemos qué es lo que nos estamos bebiendo.
Personalmente no tengo ninguna formación específica sobre vino, quiero decir, no tengo unos cursos WSET o equivalentes, no tengo una formación profesional sobre vino o gastronomía. Me preocupo por leer, ver y escuchar algo más sobre la materia más allá de publicaciones específicas y lo que se puede encontrar en las redes, y para eso os aseguro que hay que quitar mucha paja para encontrar algo de grano.
Admito que tengo muchos fallos e ideas
preconcebidas, y que muchas veces creo que entiendo de algo hasta que alguien
(casi siempre de buena fe) me hace ver otro punto de vista, quiero decir, intento
saber qué bebo, quién lo hace, dónde se hace y qué otros vinos similares me
puedo encontrar y me estoy perdiendo. Sé que esto no es una formación per se,
pero me sirve para que el brilli-brilli de una etiqueta dorada o que una
pegatina con un número entre 1 y 100 no sea el motivo principal para agarrar
una botella y llevármela a casa.
Si para mí, que soy un ignorante, estos premios tienen una importancia más bien relativa, ¿qué importancia puede tener para alguien que tiene una formación o al menos una buena base de conocimientos?, ¿sirven los concursos como una especie de reclamo para todo aquel que no tenga ciertos conocimientos sobre vino?
No lo tengo claro. Quizás para alguien que esté empezando o para alguien que no quiere complicarse la vida pueda ser una ayuda a la hora de escoger una botella, y de hecho este debería ser uno de los objetivos de los concursos, pero al igual que las guías de vinos, al final todo se mueve por intereses, y el mejor vino de su categoría quizás tenga más que ver con un motivo económico que realmente con criterios de calidad.
Si el consumidor final del vino no es el objetivo de estos concursos, ¿quién lo puede ser?
Quizás para las bodegas, este tipo de concursos pueden
ser una especie de escaparate, no para el consumidor final de la botella, si no
que va a ser un mayorista o un distribuidor, y me explico.
Si tú quieres vender un vino en Alemania, en
California o en el Estado Independiente de Escalerillas de Abajo, lo más fácil
es que acudas a un distribuidor de la zona para que venda tus vinos. Como se
puede suponer, en cada país hay multitud de distribuidores y cada uno de ellos
con sus características, sus servicios y sus precios. Lógicamente a todos nos
gustaría que nos llevase la representación un distribuidor que coloca tus vinos
en los mejores sitios, que todos los años nos haga pedidos de un montón de cajas/palés
y todo esto al menor precio posible, y esto no se consigue llamando a la
distribuidora y decirle que queremos que nos lleve la representación, muy por
el contrario, a esta distribuidora hay que conquistarla y hay que hacerle ver
que nuestros vinos son la caña de España y que merece la pena que nos lleven la
distribución en su zona.
Dicen (se dicen tantas cosas…) que tener muchos
premios de prestigiosos concursos es una carta de presentación bastante
recomendable. Sin menoscabo al Concurso de Tintorros de Robledillo del
Secarral, estas distribuidoras (dicen) se fijan en los concursos
internacionales, los mismos que he estado describiendo en las últimas entradas,
en parte por el “prestigio” que han adquirido estos y a la hora de que una
distribuidora pueda hacer clientes, el propio concurso ha generado una
publicidad casi gratuita. No es lo mismo llevar cuatro vinos de una buena
bodega de Quintanilla del Corzo que poder decir que llevas X medallas de oro de
tal o cual concurso.
Por ejemplo, vino tinto reserva de la DOCa Rioja que su añada 2017 ha
sido premiado con una medalla de Oro en el IWC, de plata en el Concurso Mundial de Bruselas y también en el Concurso Decanter, puede sonar a las mil maravillas, si encima te
digo que se está vendiendo a menos de 12€/ botella PVP te puede explotar la
cabeza, pero ¿y si te digo que es un Marqués de Carrión, vamos, un Don Simón
embotellado? Ahí, como poco, ya empiezas a dudar.
No tengo conocimientos de los
vinos más allá de nuestras fronteras, lo que me arriesgaría a sacar
conclusiones demasiado generalistas, y que quizás en otros países de nuestro
alrededor (Francia, Portugal, Italia…) estas conclusiones no sirvan, así que lo
que aquí opino son impresiones de vinos españoles para el mercado español y a
nivel “usuario”. Como en otras ocasiones, si opináis cosas distintas o creéis
que me estoy equivocando (siempre y cuando seáis educados), por favor, dejad un
comentario.
En Ferias recientes (fuera de España) he visto mucho énfasis en los concursos y cierta devoción a la etiqueta de tal evento en la botella. Luego, de cerca, los productores rehuyen un poco de que dependan sus vinos de tal o cual evaluación rankings etc... Recordáis aquel productor de Volnay reoudiando a Parker o similar en Mondo Vino?
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