09/11/2022

Sobre los concursos y premios del vino, 3ª parte: Teoría de la Conspiración

 

Si en la anterior entrada daba una idea general sobre lo que es y cómo funciona (en líneas generales) un concurso de vinos, en esta voy a intentar profundizar en algunos aspectos, sobre todo los que más me chirrían.

Me hubiera gustado desarrollar un poco más el tema de cómo se realizan las catas, pero los reglamentos de los distintos concursos se quedan muy cortos, poco menos que indican como se forman los jurados y como ha de hacerse la cata. Hasta donde he podido encontrar, las bodegas están obligadas a presentar, como mínimo, el equivalente a 3 ó 4 botellas de 750 ml.  por cada vino que presentan a concurso. Una de ellas se la queda la organización mientras que las otras pasan a ser catadas por los jurados, y aquí es donde empieza el jaleo, el calor güeno, güeno.

¿Quién forma parte de estos jurados? En los grandes concursos lo forman profesionales del vino: bodegueros, enólogos, Masters of Wine, sumilleres, críticos gastronómicos, prensa especializada (ejem); y últimamente también hay jurados que proceden del mundo de las redes sociales. Si, debería poner #FakeInfluencers, pero de momento hay que darles el beneficio de la duda y/o el beneficio del novato. Los organizadores bien pueden solicitar catadores de forma voluntaria o bien pueden “reclutarlos”. Normalmente estos catadores y jueces no son anónimos y los propios organizadores se encargan de publicar en sus webs quienes son. De alguna forma eso también da cierto prestigio al concurso, no es lo mismo que te cate Tim Atkin a que te cate una técnica de la Junta de Castilla y León (mis respetos para ambos). Estos jurados, posteriormente, se dividen en mesas de 5 ó 6 miembros, pudiendo ser uno de ellos el jefe de esa mesa (cuando no lo es un delegado de la organización), encargado de coordinar la cata, responsabilizarse de que esta se realiza con normalidad y de acuerdo al reglamento; y da fe de las puntuaciones que este jurado emite en cada jornada de trabajo. No hay una norma fija para constituir estos jurados en cuanto si debe de haber tantas enólogas o tantos sumilleres, si bien en los concursos internacionales, se intenta que las mesas haya varias nacionalidades, con el fin de limitar el exceso de chauvinismo a la hora de puntuar.

¿Cómo se catan los vinos? Las catas son ciegas (en teoría), se pone una funda que cubre por completo la botella, de tal forma que no se vea la etiqueta del vino y que no se pueda reconocer la silueta de la misma, ni ningún otro detalle que permita reconocer la marca o bodega que elabora el vino. Como hay varias categorías de vinos, la organización publica un calendario en el que se dividen las distintas fases, así unos días se realizan, por ejemplo, las catas de tintos jóvenes, el día que esté determinado se hará lo mismo con los blancos, tintos con crianza, etc; de modo y manera que en todas las mesas se caten el mismo tipo de vino al mismo tiempo, no pudiendo ninguna de las mesas adelantarse o retrasarse respecto de las otras del tipo de vino que se está catando.

Hay concursos, como el de Bruselas, que dividen las categorías por sesiones y se celebran por separado, incluso en distintas partes del mundo. Sin ir más lejos, este año la sesión de vinos rosados se ha celebrado en Valladolid, la de blancos y tintos en Cosenza (Italia), el de espumosos en Anadia (Portugal) y el de vinos dulces en Marsala (Italia).

¿Cómo se evalúan o puntúan los vinos? Cada organizador indica en su reglamento cómo se realiza la puntuación de cada vino, normalmente se apoyan en fichas de cata que estén internacionalmente reconocidas como puede ser esta de la OIV, o esta de la WSET. Los grandes concursos, al estar reconocidos/amparados por la OIV, utilizan la primera. En cada mesa, los jueces catan a la vez el mismo vino y lo puntúan sin realizar ningún comentario entre ellos (ejem, ejem). Una vez que han rellenado la ficha de puntuación, se la entregan al jefe de la mesa correspondiente. Este jefe de mesa comprueba que la ficha se ha realizado conforme reglamento, las valida y posteriormente entrega para que sean tabuladas por los organizadores, según los criterios que ellos establecen y que pueden estar avalados por entidades independientes. Esta tabulación al final se traduce en una puntuación en una escala de 0 a 100 puntos, y dependiendo de los puntos obtenidos, se le declara ganador en uno de los premios/grados que establece cada organizador. Por ejemplo, un vino obtiene 90 puntos, pues habrá concursos que le otorguen una medalla de plata, mientras que para otros será de bronce. Hay concursos como el de Bruselas y el Bacchus que limitan el número de premiados, ambos (“curiosamente”) solo premian al 30% del total de vinos presentados. Según su reglamento, en el momento en el que se sobrepasa este porcentaje, se eliminan los vinos que hayan obtenido las puntuaciones más bajas.

Importante: los vinos obtienen una puntuación individualizada, no se comparan vinos entre sí. Esto quiere decir que los jurados prueban un vino y luego pasan al siguiente, no hay posibilidad de volver a catar vinos que ya se hayan catado con anterioridad. La idea es buena, pero es posible que algún año pueda haber más medallas de una categoría superior que de una inferior.

¿Todos los catadores/jueces catan los mismos vinos? Este es uno de los puntos negros de estos concursos. Todos los reglamentos indican el número mínimo de botellas que hay que enviar para participar en el certamen, pero no hay ninguna indicación de si tienen que enviar más o cómo se comunica a la bodega que necesitan más botellas de tal o cual vino para su evaluación, ni tampoco las organizaciones dejan muy claro si todos los jueces prueban los mismos vinos, si los reparten de alguna forma aleatoria o con un criterio determinado, por lo que tampoco queda muy claro qué jueces han catado qué vino.

Por poner un ejemplo, Concurso Mundial de Bruselas 2022 (sesión de rosados), según la propia organización se presentaron más de 1000 vinos a concurso (en otra noticia se hablaba entre 1200/1300) a catar por unos 60 jurados, a puro huevo eso significaría que por cada marca presentada a concurso, a razón de 4 botellas de la misma marca (si la organización no se queda una), se tendrían que sacar 15 muestras por botella, una copa de 50 ml.

Se puede pensar que una cata competitiva tampoco necesita mucha cantidad de líquido y que, quizás, esas 4 botellas se pueden dividir perfectamente entre esos 60 jurados, o que se puede pedir un pequeño esfuerzo a las bodegas para que envíen un par de botellas más para que todos los jurados puedan realizar su cata, es plausible, pero las normas del concurso indican que no se pueden compartir las botellas entre las mesas (en teoría cada mesa puede tener 5 o 6 jurados, saldrían entre 10 y 12 mesas). Pero veamos las cifras de ese mismo concurso para la sesión de vinos tintos y blancos. Según la propia organización, se presentaron 7370 vinos en total (recordad, blancos y tintos con varios tipos de crianza) para 310 jurados, lo que vienen siendo entre 51 y 62 mesas, es imposible repartir tres, cuatro o doce botellas entre tantas mesas.

Entonces la pregunta es obvia. Si tal y como parece, los vinos no son catados por todos los jueces, ¿cómo y quién  decide qué jueces prueban qué vinos?, ¿es una selección completamente aleatoria para ambos casos o existe un sistema?

Sinceramente, no he logrado encontrar nada meridianamente claro, lo más que he llegado es que son las distintas organizaciones quienes eligen qué vinos son catados por tales o cuales jueces, lo cual puede generar bastantes interpretaciones, pero no veo a un Ferran Centelles, Pedro Ballesteros o Tim Atkin rodeados de Pata Negras, Estolas o Jaume Serra Brut Nature; ni tampoco creo que sea igualmente justo que jurados noveles caten en exclusiva vinos de gamas medias o medio altas.

 

Los vinos que se envían a concurso ¿son los mismos que se pueden comprar en bodega y en la calle? Los distintos reglamentos de los concursos especifican que los vinos presentados han de ser los mismos que se encuentren ya a la venta o que vayan a ponerse a la venta al público o a la hostelería, punto pelota. ¿Existe alguna forma de que la organización se asegure de que no le están dando gato por liebre? Pues tampoco he encontrado nada al respecto, todo depende de la buena fe del que se presenta a concurso.

Como mucho, el concurso de Bruselas en su reglamento (sección 19), dice que una selección de los vinos premiados serán catados de forma independiente por un laboratorio ajeno a la organización, y que las muestras seleccionadas serán compradas por los organizadores del concurso de forma “anónima” a un distribuidor de los vinos, pero volvemos a lo mismo, ¿quién realiza la selección y bajo qué criterios?, ¿a qué distribuidor o distribuidores se compran la selección, los del país en el que se encuentre este laboratorio o a distribuidores del país en el que se celebra el concurso; al que tenga la mayoría de los vinos seleccionados? Hay que apelar de nuevo a la buena fe, en este caso la del organizador del concurso. 

Curiosamente, esta sección es de las pocas que no tiene reflejo en el reglamento de los premios Bacchus, porque la mecánica de ambos concursos son muy (muy) parecidas.


No es que quiera elaborar una teoría de conspiración, ni tampoco quiero que esto parezca una paranoia, pero la impresión que me estoy llevando es que los concursos dependen de la buena fe de todos los participantes del mismo: el que organiza, el que participa y del que lee los resultados del mismo, y eso es tener mucha buena fe.

En definitiva, ¿para qué sirve un concurso de vinos, para quién es importante? Pues esto lo dejo para la próxima entrada.

 

Adenda:

Sinopsis la admisión de muestras del concurso Decanter (aquí).

Sinopsis del reglamento del concurso IWC (aquí).

Sinopsis de la admisión de muestras del concurso IWC (aquí).

Reglamento del Concurso Mundial de Bruselas 2023 (aquí).

Reglamento del Concurso Bacchus 2022 (aquí)

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