Sobre los concursos de vinos, concretamente, sobre los grandes concursos que salen en los medios de “comunicación” y prensa especializada (aunque más que especializada, habría que llamarla “especialita”), no tengo una opinión favorable. Las próximas dos o tres entregas os iré desarrollando esta opinión.
Me parece interesante y coherente que la primera entrega describa de una forma lo más imparcial que pueda, qué es y cómo funciona un
concurso de vinos, así que si ya sabes lo que es un concurso de vinos, ya te estás leyendo esta entrada hasta el punto final, que lo mismo te enteras de algo que no sabías (o lo que no sé yo y luego me cuentas lo que me falta).
Y si no tienes la más repajolera idea, entonces... al grano.
Un concurso de vinos, básicamente, es una competición en
la que se eligen los mejores vinos dentro de una o varias categorías, determinadas
(entre otras) por su color (blanco, tinto, rosado…), envejecimiento (joven,
crianza, reserva…) o tipo de vino (tranquilo, espumoso, generoso, dulce.) o una
combinación de estas. En cada una de las competiciones suele haber un cuadro de
honor con los mejores vinos por cada categoría (no suelen pasar de los 10
vinos), y dependiendo de cada concurso, puede haber divisiones secundarias, en
los que puede haber (y no exagero) cientos o miles de premiados.
Cómo se determina si un vino tiene que ser premiado o no,
o que categoría de premio recibe, se realiza a través de unas catas,
normalmente ciegas (o eso dicen), en la que una serie de jueces/catadores dan
una puntuación a cada uno de los vinos que bebe, en función del reglamento del
propio concurso o apoyándose en unas catas estandarizadas (WSET, OIV, por
ejemplo). En función de los puntos obtenidos, los vinos consiguen un
reconocimiento mayor, menor o ninguno.
Dependiendo de la relevancia del concurso, estos jueces/catadores
pueden ser aficionados o profesionales del mundo del vino (bodegueros,
enólogos, críticos, sumilleres, Masters of Wine, etc.), se supone que cuantos
más profesionales cuente el concurso, mayor será su criterio o reconocimiento,
no es lo mismo que a tu vino lo premien Juan, Perico y Andrés, a que te los
premien dos enólogas y un MW.
Estos catadores pueden cobrar o no por hacer de jueces, y
aquí la cosa no solo depende de la importancia del concurso, sino que también
depende de quién eres dentro del mundillo del vino y/o que repercusión
mediática tienes. Mientras que Juan, Perico y compañía se pueden llevar un par
de botellitas por su trabajo, jurados profesionales pueden cobrar (por parte de
los organizadores del concurso) una cantidad determinada por cada jornada de
cata, mientras que los más mediáticos cobran algo o bastante más (y en muchas
ocasiones) van a gastos pagados.
Pero, ¿de dónde sale la pasta para pagar a estos jueces,
el lugar donde se desarrollen las catas, el personal que organiza y desarrolla
el evento?
Pues este es el quid de la cuestión.
Mientras que el concurso de la Excelentísima Diputación
de Barataria (nombre ficticio, que ya conocemos de nuestros chauvinismos…) tiene
que ir convenciendo/regateando a las bodegas para que participen en estos
concursos pequeñitos, los grandes concursos cobran por cada vino que se
presenta.
El mecanismo es el siguiente, por cada vino que se presenta a un concurso, hay que pagar un canon o cuota de inscripción (más adelante doy unos ejemplos) por cada vino que se presenta a concurso. Hay que enviar (como mínimo) 3 o 4 botellas del mismo y un análisis químico con determinadas características, que tiene que realizar un enólogo/químico relacionado con la bodega o un laboratorio independiente), es decir, si Bodegas y Viñedos Mengánez quiere presentar a concurso 5 vinos, tiene que pagar 5 cuotas (algunos concursos hacen rebajas si presentas muchos vinos), 5 análisis técnicos y unos gastos de envío de ente 15 y 20 botellas. Este envío, algunos concursos obligan a que sea por determinada plataforma logística a un precio fijo, no es estrictamente parte del concurso, pero es un gasto a tener en cuenta.
La cosa no termina aquí. Imagino que alguna vez habéis visto botellas de vino tienen una pegatina que pone que esa añada ha ganado, por ejemplo, en el Concurso Mundial de Bruselas una medalla de plata, o de oro. Pues bien, esa pegatina y el “derecho” a ponerla en la botella también tiene un coste. Las bodegas no pueden hacer ninguna referencia en las etiquetas de sus propias botellas a los premios que han recibido, ni tampoco pueden poner una pegatina, etiqueta o contraetiqueta aparte indicando si tiene tal o cual premio. Tampoco están obligadas a tener que indicar lo que han ganado, pero si participas en un concurso no es para luego ocultar tus trofeos, ¿no?, así que dependiendo del marketing de las bodegas pues se compran más o menos etiquetas, mientras se da bombo en los medios de comunicación y redes sociales.
Por poner algún ejemplo de concursos:
Concurso Mundial
de Bruselas. |
|
Edición: |
2022 |
±10.000 |
|
3.040 |
|
Tasa de premios: |
30,40
% |
185,00
€ (2023) |
|
35,00
€/1000 pegatinas |
|
* Hacen descuentos a partir de la 2ª muestra |
|
** Hacen descuento a partir de 6000 etiquetas |
Decanter. |
|
Edición: |
2022 |
±
18.500 |
|
14.858 |
|
Tasa de premios: |
±
78.83 % |
169,00
£ (±194,00 €, 2023) |
|
58,80
£ (±68,00€) /1000 pegatinas |
IWC. |
|
Edición: |
2022 |
"Thousands
of wines" |
|
Vinos premiados: |
6.945 |
Tasa de premios: |
¿¿?? |
146,00
£ (±168,00 €, 2023) |
|
51,70
€/1000 pegatinas |
|
*Hacen
descuentos por grandes volúmenes. |
Bacchus. |
|
Edición: |
2022 |
1.747 |
|
536 |
|
Tasa de premios: |
30,68% |
155,00
€ |
|
25,00
€/1000 pegatinas |
|
* Hacen descuentos a partir de la 2ª muestra |
|
** Pedido mínimo: 10.000 etiquetas |
Como curiosidad (y por ir terminando), el Concurso
Mundial de Bruselas ofrece la posibilidad de comprar una reproducción de la
medalla o placa conmemorativa de los premios que gane una bodega. Ahora ya
sabéis, cada vez que veáis una botellita con una pegatina de tal o cual
concurso, o si parece la orgullosa bodeguera con una medalla de la mano, ahí ha
habido manteca de la buena, al menos, para inscribir el vino en un concurso y
ponerle una etiqueta.
Malpensados.
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