18/05/2020

Ver, oír y callar.


Ver, oír y callar. Es un consejo, tres verbos muy útiles, si bien el último es el más difícil de cumplir, personalmente, me cuesta mucho cumplirlo, no porque sea un respondón o me pase todo el día hablando, todo lo contrario. Me ocurre que cuando algo o alguien está siendo injusto conmigo, cuando (creo) que la razón me asiste más a mí que a la otra parte, intento aguantar todo lo posible antes de saltar y formar un pifostio descomunal, y terceras partes pueden asegurar que los formo. Y bien.

Hace cuatro o cinco años decidí cerrar mi blog, mi válvula de escape, por falta de tiempo. Tampoco es que ahora tenga mucho, pero me voy organizando.

En este tiempo he leído sobre vino, menos de lo justo, sobre todo opiniones, en otros blogs (los que quedan vivos), en prensa (la que queda) y lo que se ve en tuiter.

Juntando todo esto, llego a una conclusión.

El vino es la bebida más complicada de beber.

No vale cualquier copa.

No vale beberlo a cualquier temperatura.

No se puede abrir la botella de cualquier forma.

No todo líquido etiquetado como vino, es vino.

Hay que mirar el colorín del líquido, olerlo, girarlo, volver a olerlo, tomar un poquito al tiempo que aspiras un poquito de aire, pasarlo por toda la boca (sin que se note) y tragarlo poniendo cara como si entraras en un estado alterado  de la conciencia, casi místico, en el que te son revelados los secretos del Cosmos. Luego ya puedes beber tragos cortitos, siendo aconsejable girar de cuando en cuando la copa, así como el que no quiere la cosa.

Puede parecer una exageración, y en cierto punto lo es, pero existe un ceremonial para beber un vino que sólo tiene el té en Japón.

Antes, cuando íbamos a los bares, tú pedías una cerveza y en ese momento el camarero saca el vaso de una nevera o de una pila que hay cerca de la barra, abre el grifo y escancia con más o menos gracia la cerveza, me pone el vaso a mi alcance, miro el líquido y bebo un trago, más o menos largo.

En caso de beber de un botellín o una lata, se acortan los pasos.

Sí, es cierto que no te sabe igual la cerveza si te la sirven en un vaso de tubo, en una copa o en un vaso de sidra, que no te sabe igual la cerveza si esta viene de barril, de botellín o de lata, pero sea como fuere, es una cosa más natural, es infinitamente mucho más fácil, no hay esa sensación artificial de que hay que examinar de forma académica ese líquido que estás tomando.

Y entendedme, no estoy diciendo que no deba de existir la cata de vinos, más o menos puse mi opinión en otra entrada, que debería de repasar, pero tampoco puede ser el beber vino una cata continua.

Claro que es interesante y divertido ver como evoluciona el vino en la copa y en la botella abierta, claro que sacas una experiencia sobre ello, si estoy de acuerdo con ello, pero, ¿no habéis tenido un día de perros, ese día que el mundo ha conspirado contra ti desde que te has levantado hasta la hora de cenar, y solo te apetece coger una copa o vaso limpio, ponerte un vino, bebértelo con la rapidez o pausa que deseas, y pensar que mañana será otro día?

¿Por qué no puede ser así siempre?

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