07/09/2020

De antiguas piedras y anclas oxidadas (I): Qué me dice y qué te cuento.


Si hay algo que me fascina del mundo del vino, es esa capacidad innata que tiene de dispararse al pie. Cuanto más leo, cuanto más comento, cuanto más discuto, más me reafirmo en que el vino español está anclado, por su propio gusto, a viejas premisas, a concepciones pasadas de moda, y sobre todo, a fomentar esa costumbre tan nuestra que consiste en que el tiempo solucione los problemas por arte de magia, mientras nosotros seguimos procrastinando y haciendo bueno aquel artículo de Larra, “Vuelva usted mañana”.

A lo largo de algunas entradas, y alalimón, entre Advocatus Diaboli (le pueden seguir en tuiter @Advocatus_Vini) y servidor de ustedes (@aesteladoduero), daremos cuenta de esas viejas y pesadas rocas. Nos (me) gustaría poder decir cada cuánto vamos a publicar, pero entre que él es un informal, y yo nunca estoy a lo que tengo que estar, lo iremos anunciando cuando la cosa esté más o menos lista.

 

Hoy empezaremos con el clásico “a mí me cuentan una cosa y yo entiendo lo que me interesa/lo que me da la gana”. Pondré dos ejemplos. 

 

Potomac Point Winery Grape Stomping

Hace unas semanas, The Wine Spectator publicó un artículo en el que se da cuenta de cómo un museo y dos bodegas francesas realizan una serie de actividades para que niños a partir de 8 años sepan como se hace el vino, desde la viña a la barrica. Pomposamente a esto lo han llamado cultura vitivinícola. Aunque en el artículo no lo cita explícitamente, estas actividades permiten a los padres de las criaturas poder visitar tranquilamente la bodega o el museo, y ya que nos encontramos metidos en faena, pues se meten entre pecho y espalda unos vinos. Sinceramente, la idea es cojonuda. El problema es cuando le queremos dar un halo místico y, más o menos conscientemente, lo tergiversamos. Unas cuantas cuentas en tuiter mostraron su admiración hacia esta iniciativa, sintieron una “sana” envidia por estas actividades, si bien lo llevaron al derrotero de que todo lo que se hace en el extranjero es mejor que lo que se hace aquí, y más o menos vinieron a decir que mientras los escolares franceses con 8 años ya recibían clases sobre enología, viticultura, se animaba a que los pequeños (una vez tuvieran edad legal) bebieran vino, continuando el legado de sus ancestros. Cierto es que hubo perfiles que indicaban actividades iguales o parecidas aquí en España, pero no tuvieron la misma repercusión. La idea inculcada era que en España, nuevamente, no sabemos hacer las cosas, que somos unos lerdos y que hay que animar a los niños a que en el fututo beban vino, pero de una forma cultural.

¿Qué necesidad hay para hacer de una parte un todo? Ninguna. Si se pretende dar un valor cultural al trabajo de campo y bodega, bravo, estupendo. Si lo que se pretende es fomentar un futuro consumo, ennng, mal.

Pretender que una experiencia cuando tienes 8 años te cree la curiosidad en el futuro, es como pretender que yo me acuerde de cómo se hacían raíces cuadradas hoy: si las cosas no se practican, se olvidan (ahora es cuando viene uno y me dice lo de la bicicleta).

Es como si la ESA o la NASA pretenden reclutar astronautas y científicos entre todos los niños que fueron al planetario con 8 años. Si después nadie se ha preocupado en fomentar ese interés, jamás habrá científicos ni astronautas.


Comanches

El segundo ejemplo, es un artículo de la revista digital Vinetur, revista que vamos a ver muchas veces en las próximas entradas, e incluso es posible que tenga la suya propia.

En el caso de este artículo, se refiere a un hallazgo arqueológico en Texas. Según parece, se han encontrado unas vasijas de cerámica con restos de ácido tartárico y ácido succínico. Ambos son relativamente fáciles de encontrar en la naturaleza, sobre todo en frutas, pero alguien debió sugerir que estos ácidos pueden encontrarse en el vino, y quien sabe, puede que una cultura anterior a la llegada de los españoles a América, ya supieran hacer un vino. ¿Qué pasa? Que aunque el equipo que ha realizado el hallazgo lo ha apuntado como posibilidad, también indican que no han encontrado evidencias de que ese líquido provenga de un zumo de uva fermentado, y así lo descartan, de momento.

Vinetur, o la persona que ha escrito el artículo, no se ha cortado un pelo, y a pesar de que lleva el enlace del estudio científico, que de momento descarta la presencia de vino en las vasijas, el titular reza “Hallan evidencias de la existencia de vino en América antes de la llegada de Colón.”, a pesar de que el propio artículo indica que no existe evidencia fiable de que esos restos sean de vino.

He encontrado perfiles de gente seria y bodegas que, o bien no han leído el artículo (mucho menos el prefacio del estudio), o bien les ha dado igual, y dan la bienvenida a la noticia.

¿Realmente nuestra capacidad de comprensión lectora es tan mala, que todo nos da igual, o que hay que aprovechar que hay cocodrilos por el Pisuerga para inventarnos las noticias?

SI hay algo bueno de este s.XXI, es que podemos acceder fácilmente a la información, que podemos contrastarla, pero también podemos inventar lo que nos dé la gana, sembrar la duda y que alguien se pase regularmente a regarla.

Pero está nuestro criterio, nuestro sentido común… ¿tiene credibilidad que el mero hecho de que un niño visite una bodega, años después, desarrolle el gusto por el vino?, ¿tenían los nativos americanos los suficientes conocimientos en agricultura y química como para poder obtener fermentaciones de zumo de uva?

 

El próximo capítulo, un día de estos, hablaremos sobre las propiedades mágicas del vino, lo mismo te hace de crema Ponds  o te cura un cáncer.

 

 


1 comentario:

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