28/12/2016

El sentido de una cata.

Decíamos ayer en Facebook, que la siguiente entrada del blog trataría sobre vinos que debería haber bebido ya, pero me veo en la pequeña obligación de realizar una precuela a la entrada o a las entradas de los vinos de la primera parte del invierno, quicir, los vinos de estas navidades. No dispongo de todo el tiempo que me gustaría tener para beber todo el vino que yo quiero beber, ojo, no beber por beber, si no beber vinos de distintos orígenes, de distintas uvas, de poder ir a catas o ir a una bodega. Pero todos tenemos prioridades en la vida, y por muchos motivos decidí hace tiempo relegar al mundo del vino  a un plano más secundario.

Este segundo plano se basa en leer más y beber menos (y este 2.016, no precisamente mejor). Leer más publicaciones serias, más blogs, más revistas, aunque en todo caso, siempre por encima y sin profundizar demasiado. El tiempo no estira. De cualquier forma, he intentado ser lo más plural que me ha sido posible, leer distintas “corrientes”, distintas sensibilidades, mantener una postura neutral. Pero claro, leer opiniones de unos y de otros finalmente te hace tomar parte por una de esas corrientes, bien por afinidad de gustos, bien por ser de la misma generación, bien porque seguir ciertas lecturas es más fácil (y divertido) que otras. 

Eso si, todas estas posturas, sensibilidades, perfiles, como queramos definirlos; todos coinciden de una forma más o menos consciente de que para beber buen vino hay que soltar pasta, 15€ la botella como poco, lo normal es que un vino considerado como “bueno” ronde entre los 20 y 50€/botella. De vez en cuando hay algunas botellas por debajo de ese valor límite (los 15€), pero la mayoría de las recomendaciones y las mejores calificaciones responden a esa escala de precios.

Después divergen en los estilos del vino (más clásica o más moderna), cuándo, de dónde, con quién, con qué tomarlos…eso y que el resto del planeta no tiene ni puñetera idea de vinos.

Hay un momento en el que manejar cierto volumen de información llega a ser complicado. El concepto de objetividad empieza a distanciarse de la realidad y casi diría que del sentido común; y llega un momento en el que te gusta lo que a otros les gusta y odias lo que otros odian (sin que esos “otros” sean necesariamente los mismos), todo ello sin haber probado una sola gota de vino. Ni una sola gota.

La única ventaja de vivir tan lejos de una tienda de vinos y de vivir en un país con las peores compañías de mensajería (con honrosas excepciones),  me ha evitado cometer errores garrafales, no tanto por la calidad de los vinos a probar, si no de hablar de algo de lo que (reconozcámoslo), no tengo ni pajolera idea.

Pero, (siempre hay un pero), el otro día quise, no tanto dármelas de entendido, ¿cómo lo diría?, entré en un lugar pensando que sabía algo de vino y 45 minutos después salí habiendo recibido una solemne cura de humildad. Seis copas de vino me sirvió para comprender de que NO TENGO IDEA SOBRE VINO.


Sé lo que me gusta y lo que no me gusta. Y ese es el principio del todo y la idea original de este blog. Hablar de lo que a MÍ me gusta y poner negro sobre blanco lo que NO ME GUSTA. Eso si, razonado. Es mi gusto, no tiene por qué coincidir con el tuyo, y eso no significa que yo tenga un gusto de mierda y el tuyo no sirva para nada. En absoluto. Eso significa que yo tengo una personalidad y un gusto (como todo hijo de vecino), y habrá veces que coincidiremos y otras en las que no. 

Y no pasa nada.

El día de la comida de Navidad, mientras se apuraba una botella y se abría la siguiente, mi hermano me pregunta “¿Para qué sirve una cata”? La respuesta es fácil:

PARA SABER SI UN VINO ESTÁ EN CONDICIONES DE SER BEBIDO O NO.

Podemos ver el colorín que tiene un vino, que indica y aporta una información suplementaria, pero teniendo en cuenta que esto para mí es carmín y para ti bermellón ¿quién de los dos tiene razón? Los dos. Si se lo preguntamos a un ciego o a un daltónico erramos los cuatro seguro.
Podemos, debemos olerlo para saber si tiene defectos el vino, o si necesita ser decantado, y poco más. ¿De qué me sirve decirte que huele a cassis (si nunca lo has probado) o si huele a sotobosque si para mí es el olor de un pinar o de un hayedo y para ti ese mismo olor es el de un robledal? Si eres de ciudad y nunca has pasado una mañana entera en el bosque, tenemos un problema.

Es por ello que, desde este momento todas las catas que aparezcan en el blog, todas las apreciaciones de vinos y/o bodegas se basarán en mis gustos personales. Como siempre ha sucedido, todos los vinos han sido pagados de mi bolsillo o se tratan de regalos de mis familiares y amigos (casi ninguno perteneciente al mundo del vino), y si alguna vez coincidimos y me invitas o te invito a una copa, mi opinión será sincera, pero deberá comenzar por “ a MÍ me parece…)

Feliz 2.017, aprovechadlo bien, que parece que vienen curvas en el horizonte.

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