22/04/2013

Una dulce traición


Cuando uno busca sorprender y resulta ser el sorprendido, la cara de gilipollas que se te queda debiera ser fotografiada, con más motivo si hay público de por medio, espectadores accidentales que se encontraban por allí y de repente se encuentran con una comedia improvisada (una performance que se dice ahora), que pasan del estupor a la risa sin que se termine de comprender que es lo que está pasando.

Esto pasó el día de San Valentín.

Pasé varios días buscando un buen  vino para la cena de San Valentín, no es que seamos unos forofos de este tipo de celebraciones, pero es una excusa válida para preparar una buena cena con la que tomar un mejor vino. Recientemente habíamos probado un vino del Priorat, Brunus, en un pedazo de restaurante del que ya os pondré en antecedentes; y mi intención al salir del restaurante, fue hacerme con unas botellas a la menor oportunidad.
Da la casualidad que aquí a mi compañera, le gustó también este vino, y últimamente se nos está volviendo más, ¿exigente?, no sé,  puede resultar un poco duro, pero ¿qué otra cosa se puede decir cuando en una cena, aquí la moza prueba un trago de un vino, lo paladea, chasquea la lengua con un sonido desaprobador y dice “este vino no sirve ni como agua de fregar”?

Ya tenía la conjunción perfecta: motivos y buen vino. En la creencia de encontrarlo enseguida, me pateé en un par de días las tiendas que conozco en Sevilla que venden buen vino. Para mi sorpresa, ninguna tenía esta marca. Recurrí a internet para comprarlo, pero tuve que desechar la idea porque los precios de los gastos de envío no merecen la pena para una sola botella.
Pero mira tú por donde, el pateo por las tiendas me dio la oportunidad de  encontrar otros vinos, entre ellos un nuevo conocido de La Rioja: Amaren.
Ya tenía el vino, supuse que para Paula sería una buena sorpresa, pero para llevarla a cabo, tenía que valerme de una excusa para ocultarlo. Se me ocurrió comprar otro buen vino con el que llegar a casa, para que a la hora de la verdad a la mesa llegara el otro.
El siguiente paso fue acercarme a una coqueta tienda de vinos del centro de Sevilla que últimamente visito con frecuencia: Flor de Sal Sevilla.

André, su dueño, ya conoce más o menos mis gustos y sabe por dónde dirigirme, pero al ser un vino para la señorita, me bastaron un par de indicaciones para que me mostrara qué vinos se ajustaban a los gustos de Paula: más mineral que afrutado, con madera, pero sin que sea excesiva. Y en esto, mientras me indicaba un vino del Montsant, veo en uno de los estantes un vino de Uvas Felices que aún no había probado: El Hombre Bala.





En este instante ya solo tenía ojos para este vino, solo quería saber si se acomodaba a lo que venía buscando para Paula. Si, reconozco  que en este momento el plan para despistar a la parienta se fue a hacer gárgaras y primaba más el querer llevarme esa botella a casa, so excusa de luego dar la sorpresa con el Amaren.

Pero algo sucedió. El vino cumplía más o menos con los requisitos que pedía, pero André me daba la larga cambiada, trataba de alguna forma de dirigir mi atención a otros vinos que se acomodaban más a los gustos que pedía. Y yo erre que erre, me empeñé en comparar los vinos que me presentaba con el hombre bala. André seguía intentando quitarme de en medio ese vino, al punto que terminé por fijarme en otro que me recomendó, un vino del Segre del que he oído hablar muy bien, así que me lo llevé, extrañado aún de la razón por la que André quisiera quitarme de la cabeza el vino que quería.
Al día siguiente, fui a buscar a Paula a su salida de la universidad con una pequeña caja de bombones de la mano, cinco bombones que duraron menos de cinco minutos. Nos dirigíamos dando una vuelta por la calle, quería aprovechar que solo tenía ese día de descanso para estar algo más de tiempo en la calle, durante tres meses hacer el trayecto de casa al trabajo y del trabajo a casa quema al más pintado, y por primera vez en muuuuucho tiempo, solo quería calle, calle y calle.

El caso es que Paula propuso tomar un vino y una tapa antes de coger camino a casa, pasear un poco, respirar aire fresco (aunque ello suponga cruzarte con los caballos de paseo del centro de Sevilla). Dirigimos nuestros pasos calle Zaragoza abajo, para llegar al final de la calle y encontrarnos de bruces en …. espera, giro inesperado a la derecha y cambio de rumbo, ¿pero no íbamos a ir a …?, ¿por qué estamos entrando en la tienda de André?, ¿Paula, que le has dicho que se ha ido riendo por lo bajini?, ¿y esta caja?, ¡¿cómo que pa’mi?!, pero si este vino es….¡¡¡¡¡SERÁS….!!!!
Y a partir de aquí, todas las piezas empezaron a casar. Resulta que, aquí, mi compañera; quiso sorprenderme, así que un día se acercó a Flor de Sal para buscarme un vino con el que cenar como señores, y casualidades de la vida (si es que éstas existen), André eligió un vino extraordinario.

Lo que André no sabía es que me iba a presentar días después con la misma intención, y en cuanto vio cuales eran mis intenciones, no sabía el hombre como quitarme de en medio la idea que comprara el hombre bala, imagino que lo tuvo que pasar mal durante los cinco minutos que me pasé insistiéndole en querer comprar El Hombre Bala….

Ni que decir tiene que acertó con el vino, muy rico y sabroso, del gusto de los dos comensales.

Pero que sepas, André, que esta te la guardo…

1 comentario:

  1. Víctor me alegro mucho de que te haya gustado el Hombre Bala, la verdad que fue dificil decir que no lo llevara, pero al final lo que habia pactado con Paula ha tenido exito.. ejejeje... Lo siento!!!!
    Por cierto a ver si pones las criticas de este espetacular vino "el hombre bala" y tambien del vino que llevaste "Saó".
    Seguiremos descubriendo vinos espetaculares ;) y para tus lectores aprovecho para decir que Flor de Sal esta en pleno centro de Sevilla en la calle Carlos Cañal, 46 casi esquina con Zaragoza. Aqui os espero ;)

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