Entre mis rarezas enovitivinícolas, que ni son muchas, ni son pocas; se encuentran las etiquetas del vino. No es que me gusten por los colorines o por lo llamativas que sean, o por lo sobrio de las mismas. He de admitir que en alguna ocasión me he dejado llevar por el diseño de una etiqueta para comprar alguna botella, hay que reconocer el mérito del diseñador (o diseñadores) cuando uno de sus "creaciones" te lleva a comprar un producto independientemente de la calidad de este. ¿El resultado? En alguna ocasión me he llevado un chasco (gordo), y salvo casos puntuales, la gran mayoría se tratan de vinos normalitos, de pasto.
Pero no es esa mi mayor o preocupante manía por las etiquetas del vino. Hace ya tiempo, en esta entrada, descubrí la etiqueta, bueno, la contraetiqueta casi perfecta: nombre del vino, de la bodega, variedad de la uva utilizada, tiempo y tipo de envejecimiento del vino y una pequeña historia, una razón de la existencia de ese vino, y una cosa que echo mucho de menos en las etiquetas: una fecha de consumo óptimo del líquido elemento.
Según sople el levante, hay veces que considero necesario que se incluya alguna pequeña nota de cata, que no sea extensa, simplemente unas palabras que te den una idea de que tipo de vino te vas a encontrar, pero claro, te puedes encontrar con esto… Pero será que últimamente me encuentro algo más abstemio y que ya no bebo tanto vino, las cosas ya no me huelen a lo que debieran. "Recuerdos de minerales" rezaba una etiqueta, y para mí que los recuerdos se los debieron de dar al que la escribió, porque aquello olía a yogur de frutas del bosque que tiraba para atrás. En otra, se su paso por barrica (un año rezaba la nota) no encontré torrefactos ni caramelo, ni un mal ahumado. Debe ser cosa de la pituitaria, me lo haré mirar.
Quizás sea inherente a nuestra sociedad. Nos gusta estar desinformados, despreocupados, ignorantes a lo que nos rodea… hasta que pasa algo. Vale, me he puesto un poco trágico, cierto, es posible que le esté dando más importancia de la que realmente tiene, pero me da rabia que se nos esté tomando el pelo, siento que hay bodegas que nos estén tomando por tontos, y en este caso, tanto una mala información o la absoluta falta de información me parece insultante. Sirvan estos botones como muestra.
Como muchas de las fotos que os voy a poner, hay una característica común en casi todas estas etiquetas: sirven para casi todas las añadas.
En el caso que nos ocupa, esta puede servir para todas. Si tapásemos el nombre de la bodega, la única información que tendríamos de este producto es que sería un reserva especial de sulfito. Por si no queda claro, te lo ponen en un motón de idiomas. Lo mismo es graciano, que verdejo, que lambrusco, que español, que sueco… No se puede decir menos de un vino con una sola frase.
Como habrá alguien que me llame exagerado, pongamos a este reserva especial con un hermano pequeño.
La cosa no cambia mucho. Muchas palabras, filosofía, amor por la tierra, pero lo mismo te puede servir para un vino de Ribera del Duero, que otro de Ribeira Sacra; puede ser de un Cabernet Sauvignon, Tempranillo, Albariño; puede haber sido envejecido en barricas de roble, de acacia, de castaño. Si antes se decía poco con pocas palabras, ahora se dice algo más pero con más palabras.
El vino del CSI:
El vino del CSI:
Hay etiquetas que parecen una transcripción de una ficha de una autopsia. Completamente asépticas, ponen lo justito, concretan lo mínimo. Si en vez de poner la “firma” del bodeguero pusieran la de Horatio Caine, sería más creible. Como fiambre, claro.
Dicen de los castellanos que somos sobrios en la palabra:
Es un tempranillo del año, y sabe y huele como un tempranillo.
Ea, el que sigue:
Filosofía pura, no importa tanto como he hecho el vino, si no por qué lo he hecho y por qué
deberías de estar agradecido de que este vino exista en tu insignificante vida.
Otro:
deberías de estar agradecido de que este vino exista en tu insignificante vida.
Otro:
Hay bodegas que se conoce que son bipolares. Lo mismo te ponen una etiqueta en la que sólo nos falta saber si pasó por allí un águila perdicera; cómo que te ponen una etiqueta en la que te ponen cuatro cosillas porque están de morros contigo. ¿Qué es lo que has hecho? Ah, tu sabrás…
Hay otras etiquetas que parecen hechas a la carrera, va, venga, vamos, que esto tiene que salir pa’hoy. Pon que huele muy bien, que sabe mejor, pero que lo coman con algo, que luego se les sube a la cabeza. ¡Ah, y ponlo en inglés, que eso vende!
Para finalizar. Por fin he dado con la contraetiqueta perfecta. Refleja el espíritu del vino, del terruño, el sueño del bodeguero condensado en pocas palabras en un lirismo épico griego. Hay gente que ha llorado de alegría al leer la descripción del vino.
Una lástima que el becario haya puesto la etiqueta antirrobo donde le ha salido de los kínder….
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