Camino a Tokio pasando por Jerez y sin moverse de Sevilla.

Es muy manido eso de que nadie es profeta en su tierra y en el mundo del vino no es una excepción, por lo menos en España. Alguna que otra vez han caído en mis manos revistas sobre el vino, suelo leer algo de prensa especializada por internet, y rara es la ocasión en la que no sale alguna noticia o  alguna cata de vinos de Jerez.

Sinceramente, son unos completos desconocidos para mí, y mira que las bodegas las tengo a tiro de piedra. Jerez la habré visitado (por motivos de trabajo) como unas setecientas veces, he tenido excusas a patadas para ir a bodegas del Puerto de Santa María, y en más de una ocasión he intentado realizar alguna visita a bodegas de Jerez que hacen vinos tintos…, pero raramente me he preocupado por conocer manzanillas, olorosos o palos cortados.

Si uno echa un vistazo a guías extranjeras sobre vinos españoles, los vinos de Jerez son los que mejor valorados y de los más comprados, al punto de que más del 75% de la producción de vinos de Jerez salen de España, sobre todo a países anglosajones. No en vano, Jerez debe de ser de las pocas denominaciones de origen en el mundo cuyo nombre oficial figura en las etiquetas en tres idiomas, Jerez, Xeres, Sherry: español, francés e inglés.

Antaño eran vinos muy consumidos en España, incluso en mi tierra, donde incluso se hacía una especie de vino generoso a la manera del vino de Jerez, hechos usando la uva típica de estos vinos, la palomino fino, con la que se hacía un vino que se le llamaba  el “doradillo”. Ahora creo que apenas quedarán algunas viñas de las que salga algún vino, que seguramente sean para consumo propio. Tengo que investigarlo.

Como decía, apenas conozco los vinos típicos de Jerez, vinos con unas crianzas y criaderas extrañas. Mucho tiene que ver el uso que se le da a la manzanilla por estos lares, la de media caña mezclada con un refresco y que lo llaman “rebujito”, de la misma familia que el kalimocho. Alguna que otra vez mi suegro Jose Antonio me ha llevado a bodegas de Camas a tomar vinos de solera, que lo mismo te venden una copa, que una botella de dos litros, que una garrafa de veinticinco. Vinos de granel que en sí no están nada mal, pero que tienden a acartonarse si no se consumen rápidamente.

Últimamente los veo con algo más de interés, son tantas las noticias, el bombo que se le está dando que al final me pica la curiosidad.

Hace unas semanas, en un restaurante de la zona de La Encarnación (del que daré cuenta en próximas semanas), hubo unas jornadas gastronómicas en las que se maridaban platos típicos de Japón y vinos de Jerez, y la verdad es que fue un resultado de lo más interesante.

Hay que comer con palillos...

No es que las raciones fuesen demasiado grandes (salí con un poco de hambre...) pero quizás eso hizo que probara cuatro de los diez tapas con sus respectivos cuatro vinos, y la verdad es que quede bastante contento de los vinos que pude probar.

De entre ellos me encantó el palo cortado y un amontillado, vinos poderosos, muy complejos en el aroma, quizás merezcan la pena una cata con mucha tranquilidad y buenos alimentos. 

No hace mucho leí las declaraciones del presidente de la DO Jerez quejándose en varios periódicos andaluces, del desconocimiento de sus vinos en todo el país en general y en Andalucía en particular, que los extranjeros valoran mucho más los sus vinos que nosotros mismos (¿dónde he oído esto antes?). ¿Aporta alguna solución? Si, la de batir el record Guiness de venenciadores en Tokio... Aquí en España, algún que otro sesudo congreso y reuniones de los más importantes catadores a nivel internacional. Para el público más llano, para los jóvenes, nada de nada. Alguna que otra bodega intenta por si sola hacer promociones como puede y quiere entender...

Y eso que este año Jerez es la ciudad europea del vino...

Lo mismo de siempre, quejarse, quejarse y quejarse, sin aportar soluciones reales.

Que a nadie le extrañe pues que la gente prefiera seguir bebiendo más cervezas y "alcoholes de dudosa procedencia"...