Normalmente las notas de cata suelo colgarlas a la izquierda del blog, un vino que me haya llamado la atención, que me haya apartado de la rutina del día a día, que por alguna razón me “obliga” a quererlo compartir con el resto que quiera pasar por aquí.
Hoy puede que se trate de una excepción. Como todo el mundo tengo mis debilidades, a veces son debilidades que critico en alguna de mis entradas, pero al fin y al cabo no dejo de ser una persona que tiene una debilidad entre tantas, es una de esas piedras en las que se tropiezan a lo largo del camino, pero hay piedras y piedras, alguna te hace morder el polvo, ese golpe en el dedo meñique del pié que hace que no sepas si reírte o llorar. Pasa un tiempo y te olvidas (hasta que te lo recuerdan).
Sin embargo hay piedras sobre las que estás deseando recaer, o al menos encontrártelas por el camino cada cierto tiempo, son pequeños toques de atención, sensaciones que sabes que van a llegar porque suceden año tras año. Personalmente, me encanta el otoño, es el tiempo de las granadas, de las castañas, el tiempo de los níscalos (una semana de lluvia, otra de sol, y si no hiela, al pinar…) y desde hace unos años para mí, es también el tiempo de la vendimia. Conforme se acerca noviembre, es el tiempo en el que comienzan a salir los nuevos vinos, esos que estás esperando a que salgan para comprobar si es verdad que la vendimia del 2.010 fue tan buena como dicen, o si el paso por madera mejoró ese tinto joven que tan rico te supo el invierno anterior.
Normalmente tengo paciencia, esperar a que salga una nueva añada es como el fan que espera a que salga el nuevo disco de un artista, un tiempo malgastado en vano, porque el disco va a estar en las estanterías durante mucho tiempo, el suficiente como para que te lo compres sin prisas, nadie te lo va a quitar, ¿qué merito tiene, o qué objeto tiene escucharlo antes que nadie? Ninguno.
Pero hay excepciones, o al menos yo las tengo. De unos años a esta parte espero a que salga un vino de maceración carbónica de La Rioja “A mi Manera”, de las bodegas Contador, la típica excepción que confirma la regla. Pero he encontrado una segunda piedra, un segundo toque de atención. Os llevo hablando de los nuevos tintos andaluces hace tiempo, desde hace un año tengo en el punto de mira una bodega de Constantina que hace unos tintos a un nivel muy bueno y que me he atrevido a pensar que en nada tienen que envidiar a vinos de denominaciones de origen (alguna incluso calificada) del norte de España.
Y siento tener que decirte Raúl que mi expectativa ha sido flor de primavera, pero lee por favor hasta el final.
Tengo entre mis manos una botella de “Pago del Zancúo 2.011” de Bodegas La Margarita, recién salida de la bodega, con la pegatina con pegamento aún fresco. Esta nota de cata la he dividido en dos partes, ya que al estar recién embotellado el vino, he imaginado que necesitaría algo de tiempo para desarrollarse. Además, me he “obligado” a escribir la nota a mano en un cuaderno, describiendo las sensaciones que me iban apareciendo.
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Fotografía propiedad Flor de Sal Sevilla. |
Esta es su nota de cata:
Nombre: Pago del Zancúo 2.011.
Bodega: La Margarita.
Tipo de uva: 96% tempranillo y 4% syrah.
Indicación Geográfica: VT Sierra Norte de Sevilla.
Tipo de vino: Tinto con envejecimiento en madera.
Nota: (al final de la nota).
Cata nº 1:botella recién abierta, el vino está a una temperatura de unos 15º C. Color picota, capa media, reflejos alegres en violeta y carmesí. Lágrima persistente.
Al meter nariz enseguida destaca zarzamora, fruta confitada, noto algo de mineralidad (¿pizarra?), notas de regaliz. Hay un tono balsámico, aunque hay notas mucho más complejas que necesitan salir, hay que airear aún más el vino.
En boca, sabroso, quizás un pelín ácido, se reparte bien por la boca, los taninos están ahí, no desagradan, para nada, goloso aunque sin pasarse. Se nota la mineralidad, a continuación el regaliz, me gusta, pero necesita abrirse.
Cata nº 2: la botella lleva abierta unos 45 minutos y la temperatura del vino es de 18º C. El color sigue siendo un precioso picota, tira más al carmesí y al violeta que al cereza o rojo.
Nariz, ha mejorado considerablemente, está más abierto, el regaliz y la pizarra están más presentes, noto notas balsámicas y especiadas (pimienta, si, pero hay algo más…). No obstante puede abrirse algo más.
En boca, la acidez ya no es tan evidente, sigue mostrándose muy sabroso y goloso, los taninos bien ensamblados, hasta se agradecen; aparece la fruta sin que sea empalagosa. Me encanta esas notas de regaliz, se quedan por la boca pero sobre todo por la garganta. Las notas minerales quedan en un segundo plano, complementando al resto de los sabores. Quizás un par de meses más en botella termine por afinarlo.
NOTA: 9/10.
Felicidades Raúl, tu vino ya no es una expectativa, es una realidad palpable y seria, ya no es una promesa o un futurible o fruto de una casualidad. Los que te seguimos sabemos que hay mucho esfuerzo detrás de este vino y ese trabajo está reflejado en la copa. Es evidente que es mucho mejor que la añada anterior y que al igual que os ha tocado cosechar y vendimiar la uva, ahora es tiempo de que comience la vendimia de reconocimientos y premios porque os lo merecéis.
No me cabe duda que el camino que has emprendido y con el esfuerzo que estáis derrochando solo puede suponeros estar arriba y codeándoos con los mejores vinos de España. A mi entender solo os falta lo más difícil: apoyo institucional. Hay que convencer de que en el sur también se saben hacer excelentes vinos tintos. No es (solo) manzanilla lo que reluce bajo el sol.
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