14/09/2012

¿Por qué no bebemos vino? Conclusiones II, el final.


Como no es cuestión de aburriros demasiado, he dividido las conclusiones en dos. Está es la segunda y última parte.

5.- El comercio: Comprar vino es fácil. Podemos pensar en cualquier denominación  de origen del mundo y en unos días tener entre nuestras manos cualquier vino, de España, de Italia, de Nueva Zelanda… A día de hoy, no hay límite. Podemos confiar en una tienda especializada, donde pueden asesorarte, pueden adecuar tus gustos a una botella en función de tus posibilidades, puedes encontrar vinos de pequeños productores o de las grandes bodegas. También puedes ir a tu supermercado o a la gran superficie donde haces la compra semanal y encontrarte con los vinos de toda la vida expuestos en grandes expositores o cajas de cartón, quizás a un precio algo mejor para tu bolsillo, pero no esperes que el reponedor sepa aconsejarte, que no dudo que existan reponedores amantes del vino, pero no suele ser lo normal.
El comercio se va adecuando a los nuevos tiempos, y como en todos los grupos, hay quien realmente sabe lo que vende, mientras que otros se dedica a vender lo que él cree que debemos beber. Quiero decir que hay tiendas que se preparan, estudian cuales son los gustos de las personas, se especializan en ofrecer un producto, mientras que los otros están esperando a que vayas a su establecimiento y poder venderte algo que seguramente no te satisfaga, pero ese es tu problema.

Después están los grandes comercios, algunos con una gran marca, que les da un poco igual lo que están vendiendo, ponen el vino sin casi mirar la etiqueta, que tipo de vino es, si ya se ha pasado la fecha de consumo, porque es verdad que la gran mayoría de las etiquetas no pone cuando “caduca” el vino o cuáles son las fechas óptimas de consumo, pero un vino blanco joven afrutado del año 2007, ni es ya joven ni seguramente sepa a vino. Confunden al consumidor poniendo botellas del mismo vino pero de distintas añadas, cuidan poco la imagen del producto que están vendiendo. Las bodegas y las direcciones de las denominaciones de origen deberían al menos ponerse más firmes en cuanto a la penosa imagen que se da de su propio producto, no pueden permitirse el lujo que en una gran cadena de supermercados (léase El Corte Inglés) que se pasa la vida vendiéndonos que es sinónimo de calidad, ponga los productos como el Siroco le dio a entender, mezclando denominaciones de origen, añadas y provincias de España (para muestra, este botón) y encima presione para poner el precio que le dé la gana. ¿Deberían las bodegas dejar de vender a las grandes cadenas? No, pero deberían vigilar mucho más su producto. Por su propio bien y por el del consumidor.

6.- El mundo del vino ó la moda del vino: de pequeño veía que mi padre, cuando se tomaba una copa, se pedía un gin-tonic, a ser posible de Larios. Culo veo, culo quiero. Años después yo también comencé a pedirme gin-tonics, pero Larios me sabía demasiado a colonia, por lo que cambié a marcas inglesas, donde lo más básico era Beefeater y el súmmum era una Bombay Saphire o una Tanqueray. Extravagante me llamaban. Y ahora resulta que voy a la moda. Antes era el ron y mucho antes los whiskys y el bourbon… Ahora parece que el vino pasa por otra moda que parece que puede estar empezando a decaer, a tenor de la bajada de consumo.
Hasta no hace mucho, el que bebía vino de botella era poco menos que un sibarita, un ser especial que hablaba en tu idioma pero que decía cosas rarísimas sobre un vinacho: que si olía a esto, si sabía a lo otro, que si tenía tal color o tal otro. Ahora la gente se interesa por el vino que bebe, se interesa por saber de dónde viene, si ha pasado por madera, si ha recibido tal puntuación por parte de un crítico. Es decir, la gente se informa.
Pero como no podía ser de otra forma, también están aquellos que se las dan de “entendido”, de connaisseur. Luego les dan Don Simón y pasa lo que pasa. Conste que yo a estas alturas del cuento me considero un entusiasta, pero que puedo caer perfectamente en el mismo fallo, pero siempre os he dicho que solo puedo decir cuando un vino me gusta o no.
Lo mismo pasa con los críticos. Está bien que haya guías, referencias, críticas de los vinos, etcétera. Otra cosa es que una crítica se tome demasiado en serio o se tome como una norma que todo el mundo debe cumplir, consumidores incluidos. Al final todo se rompe, muchas veces por avaricia, otras por tiranía. Llegas a preguntarte si las críticas son sinceras o interesadas, y llegados a este punto ¿desde cuándo han dejado de ser sinceras, si es que alguna vez lo han sido?

Después de esta mini-serie, ¿por qué no bebemos vino? Muy fácil. Porque no lo muestran atractivo o no se saca el atractivo que tiene. Da la impresión que es un elemento caro, para sibaritas pedantes o ricachones. Parece que es un mundo exclusivo e inalcanzable, aún cuando es parte de la cultura mediterránea.
Esta es la razón a grosso modo y que he tratado de detallar en estas últimas entradas, al menos en mi opinión y que espero que no os haya resultado muy tedioso.

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