Con permiso del primo Ale, le voy a robar una de sus expresiones: momento yuju.
¿Qué es un momento yuju? Son esos pocos momentos que viven en tu memoria, que vienen como una ráfaga, te alegran un momento, seguidos de un punto de nostalgia y que en alguna ocasión te hace maldecir (¡porca miseria!) no volver a un lugar, no estar al lado de esa persona. Puede ser el beso de tu madre, la risa con olor a BN del Yayo, las vacaciones en la playa cuando eras pequeño, las albóndigas de la Yaya, un verano con 19 años con coche y mucho tiempo, ese momento dulce con tu pareja.... o esos sitios que han tenido una bonita historia...
Si esto es un blog de vinos, es fácil adivinar de que pueden ir estos momentos yuju.
Hace un par de años, en el 2.010, tenía unas vacaciones acojonantes (mayo y septiembre, vamos, todo el verano en el curro con temperaturas superiores a 40º...), y fue por mayo, cuando hace la calor, canta la calandria y responde el ruiseñor (ejem...); Paula y yo nos marcamos un viaje por el país de los yankis, pero no al uso, aquí mi compañera no es una chica al uso y los destinos, a excepción de Las Vegas y el cañón del Colorado; tampoco fueron muy usuales. Solo puse una pequeña condición para meternos esa paliza de kilómetros: poder visitar alguna bodega de la zona del Valle del Napa, cerca de San Francisco en California, es decir, saltar el charco y después otros 2.500 kilómetros de nada...
Siendo totalmente sincero, conociendo a los americanos, me esperaba mucho espectáculo, mucho marketing, todo muy bonito, pero unos vinos muy normalitos y caros. A la hora de planear las rutas y las bodegas, fue realmente fácil ya que hay información en la red a cascoporro, lo tienen muy bien montado. Por ejemplo, las bodegas están abiertas a que las visites y hagas degustaciones, previo pago (no muy alto), y en función de la pasta que pongas en la mesa hay un amplio abanico de opciones.
Dado que no teníamos mucho tiempo y que tampoco tenia mucha fe en lo que podríamos encontrar, amén que yo iba a llevar el coche y tampoco tenía mucho sentido ponernos hasta las trancas de vino para que nos parasen, redujimos la lista a cuatro bodegas, dos antes de comer, y dos después. Al final lo quedamos en tres por problemas con la empresa que nos alquilaba el coche, pero no nos importó demasiado.
Ya tenía experiencia con coches de marchas automáticas y a conducir en los eh, eh: uh, uh!; así que miedo, poco. Bueno, poco hasta que al GPS se le ocurrió perderse...
Una vez recuperada nuestra localización y atravesando el Golden Gate (que dirán todo lo que quieran, pero es rojo...) fuimos a una bodega de la zona de Sonoma que apareció en la película "Entre Copas", y la verdad es que me dejaron muy impresionado.
Hay que decir que en todas las bodegas lo tienen muy, muy bien montado, saben perfectamente que habrá público que va solo "a dar una vuelta" pero que todo el mundo es un potencial comprador, aunque te dedican el tiempo justo, es decir, si ven que no vas a comprar nada te dedican el tiempo en el que estás realizando la degustación y dos minutos más. La pena es que los europeos no podemos comprar todo el vino que queramos dado que las tasas de aduana encarecen mucho el producto. De esta bodega de Sonoma, Buena Vista, ya empecé a ver que quizás estuviese equivocado y que esta gente sepa hacer buen vino, aunque los precios.... bueno, caros para la mentalidad que yo tenía y tengo. El caso que me quedé tentado de coger al menos una botella, pero los costes de la aduana (hay que declarar si llevas alcohol tanto en la aduana de entrada como la de salida...) me echaron atrás.
Sin perder el tiempo nos fuimos a nuestro siguiente destino. El camino fue de lo más relajante, un paisaje con viñas a izquierda y derecha, carteles invitando a que entres en bares de vinos, grandes bodegas tanto americanas como europeas (y españolas...) cada dos por tres.
Nuestro destino era una bodega bastante famosa por haber ganado concursos de vinos en Francia, dejando con un palmo de narices a los gabachos. Sabía que las degustaciones eran caras, pero bueno, ¿cuantas oportunidades más tendríamos de poder ir más adelante?.
Stag's Leap, ese es el nombre. Entramos con un poco de miedo, el ambiente era un poco como el de un monasterio, tanto silencio..., pero desapareció desde el momento en el que empezamos con la degustación. Se obró el misterio o se me subió el alcohol porque de repente empecé a entender inglés, pero lo que es más raro, ¡me entendían a mí! Paula se quedó un poco extrañada porque podía llevar bien parte de la charla, incluso con pequeños tecnicismos (que ni yo mismo sabía que los conocía en inglés...).
El súmmum vino cuando, como favor, nos dieron a probar su mejor vino, el Cask 23 (la degustación de este vino estaba a 40$):
No recuerdo la añada, pero ¡madre mía!, ¡¡qué vino más bueno!! pero la botellita a 200$ más lo que me iban a cascar en aduana...imposible... A la hora de pagar, nos ofrecieron la posibilidad de descontarnos el precio de la degustación si comprábamos dos botellas... Joer, merecía la pena, y mucho, pero...., pero nada, aquí la compi dijo que no hay que atreverse, que al fin y al cabo nos quedaban dos días en San Francisco, tiempo más que de sobra para fulminarnos las botellas. Dicho. Aceptamos la oferta y nos llevamos ese par de botellas.
La siguiente bodega, previo paso por un pedazo de restaurante-grill, fue un poco decepcionante después del nivel que habíamos catado, y eso que la bodega era de Coppolla, pero con ese recuerdo nos fuimos tranquilamente camino del puerto de San Francisco a charlar con los leones marinos (tenía una discusión pendiente con uno de ellos...)
Y al día siguiente, el momento yuju: decidimos quedarnos por la ciudad, al fin y al cabo teníamos que despertarnos pronto para volver a España y casi no habíamos pateado la ciudad. De vuelta del paseo, vimos que por las cercanías del hotel había montado un mercadillo y bastante gente, música, puestos de comida, pues allá que nos fuimos.
Un mercadillo de alimentos ecológicos, salvo pescado, había de todo: frutas, verduras, frutos secos, más vino..., joer, una pinta las fresas... nos acercamos a unos puestos a bichear, y al igual que en España, los tenderos dándote a probar. Nos fuimos con unas fresas, pistachos y no sé si algo más. A la salida del mercadillo olía de maravilla y había un par de puestos de comida con más cola que el resto, allá que fuimos a investigar. Un puesto de tamales y el otro de pollo asado. Ni cortos ni perezosos cogimos de ambos puestos un poco de pollo y un par de tamales (uno de ellos casi hacen que me detuvieran en el aeropuerto al día siguiente); y nos fuimos camino del hotel. Aquello fue un espectáculo, si nos vierais comiendo el pollo a pellizcos, el vino en vasos por encima de la cama, limpiándonos como podíamos con papel higiénico..., y de postre las fresas...., en fin, la verdad es que fue un parto aprovechado.
En la bodega dejé mis datos y me suscribí a su boletín de noticias, así que de tanto en cuanto me llega algún que otro correo con las noticias de la bodega, lo que hace que me acuerde de aquel viaje y de aquel momento yuju. Pero lo del otro día fue un poco más especial, se trataba de una cena especial por el día de San Valentin, con baile y toda la pesca.
Os podéis imaginar el pedazo de momento yuju que me entró....
Siendo totalmente sincero, conociendo a los americanos, me esperaba mucho espectáculo, mucho marketing, todo muy bonito, pero unos vinos muy normalitos y caros. A la hora de planear las rutas y las bodegas, fue realmente fácil ya que hay información en la red a cascoporro, lo tienen muy bien montado. Por ejemplo, las bodegas están abiertas a que las visites y hagas degustaciones, previo pago (no muy alto), y en función de la pasta que pongas en la mesa hay un amplio abanico de opciones.
Dado que no teníamos mucho tiempo y que tampoco tenia mucha fe en lo que podríamos encontrar, amén que yo iba a llevar el coche y tampoco tenía mucho sentido ponernos hasta las trancas de vino para que nos parasen, redujimos la lista a cuatro bodegas, dos antes de comer, y dos después. Al final lo quedamos en tres por problemas con la empresa que nos alquilaba el coche, pero no nos importó demasiado.
Ya tenía experiencia con coches de marchas automáticas y a conducir en los eh, eh: uh, uh!; así que miedo, poco. Bueno, poco hasta que al GPS se le ocurrió perderse...
Una vez recuperada nuestra localización y atravesando el Golden Gate (que dirán todo lo que quieran, pero es rojo...) fuimos a una bodega de la zona de Sonoma que apareció en la película "Entre Copas", y la verdad es que me dejaron muy impresionado.
Hay que decir que en todas las bodegas lo tienen muy, muy bien montado, saben perfectamente que habrá público que va solo "a dar una vuelta" pero que todo el mundo es un potencial comprador, aunque te dedican el tiempo justo, es decir, si ven que no vas a comprar nada te dedican el tiempo en el que estás realizando la degustación y dos minutos más. La pena es que los europeos no podemos comprar todo el vino que queramos dado que las tasas de aduana encarecen mucho el producto. De esta bodega de Sonoma, Buena Vista, ya empecé a ver que quizás estuviese equivocado y que esta gente sepa hacer buen vino, aunque los precios.... bueno, caros para la mentalidad que yo tenía y tengo. El caso que me quedé tentado de coger al menos una botella, pero los costes de la aduana (hay que declarar si llevas alcohol tanto en la aduana de entrada como la de salida...) me echaron atrás.
Sin perder el tiempo nos fuimos a nuestro siguiente destino. El camino fue de lo más relajante, un paisaje con viñas a izquierda y derecha, carteles invitando a que entres en bares de vinos, grandes bodegas tanto americanas como europeas (y españolas...) cada dos por tres.
Nuestro destino era una bodega bastante famosa por haber ganado concursos de vinos en Francia, dejando con un palmo de narices a los gabachos. Sabía que las degustaciones eran caras, pero bueno, ¿cuantas oportunidades más tendríamos de poder ir más adelante?.
Stag's Leap, ese es el nombre. Entramos con un poco de miedo, el ambiente era un poco como el de un monasterio, tanto silencio..., pero desapareció desde el momento en el que empezamos con la degustación. Se obró el misterio o se me subió el alcohol porque de repente empecé a entender inglés, pero lo que es más raro, ¡me entendían a mí! Paula se quedó un poco extrañada porque podía llevar bien parte de la charla, incluso con pequeños tecnicismos (que ni yo mismo sabía que los conocía en inglés...).
El súmmum vino cuando, como favor, nos dieron a probar su mejor vino, el Cask 23 (la degustación de este vino estaba a 40$):
No recuerdo la añada, pero ¡madre mía!, ¡¡qué vino más bueno!! pero la botellita a 200$ más lo que me iban a cascar en aduana...imposible... A la hora de pagar, nos ofrecieron la posibilidad de descontarnos el precio de la degustación si comprábamos dos botellas... Joer, merecía la pena, y mucho, pero...., pero nada, aquí la compi dijo que no hay que atreverse, que al fin y al cabo nos quedaban dos días en San Francisco, tiempo más que de sobra para fulminarnos las botellas. Dicho. Aceptamos la oferta y nos llevamos ese par de botellas.
La siguiente bodega, previo paso por un pedazo de restaurante-grill, fue un poco decepcionante después del nivel que habíamos catado, y eso que la bodega era de Coppolla, pero con ese recuerdo nos fuimos tranquilamente camino del puerto de San Francisco a charlar con los leones marinos (tenía una discusión pendiente con uno de ellos...)
Y al día siguiente, el momento yuju: decidimos quedarnos por la ciudad, al fin y al cabo teníamos que despertarnos pronto para volver a España y casi no habíamos pateado la ciudad. De vuelta del paseo, vimos que por las cercanías del hotel había montado un mercadillo y bastante gente, música, puestos de comida, pues allá que nos fuimos.
Un mercadillo de alimentos ecológicos, salvo pescado, había de todo: frutas, verduras, frutos secos, más vino..., joer, una pinta las fresas... nos acercamos a unos puestos a bichear, y al igual que en España, los tenderos dándote a probar. Nos fuimos con unas fresas, pistachos y no sé si algo más. A la salida del mercadillo olía de maravilla y había un par de puestos de comida con más cola que el resto, allá que fuimos a investigar. Un puesto de tamales y el otro de pollo asado. Ni cortos ni perezosos cogimos de ambos puestos un poco de pollo y un par de tamales (uno de ellos casi hacen que me detuvieran en el aeropuerto al día siguiente); y nos fuimos camino del hotel. Aquello fue un espectáculo, si nos vierais comiendo el pollo a pellizcos, el vino en vasos por encima de la cama, limpiándonos como podíamos con papel higiénico..., y de postre las fresas...., en fin, la verdad es que fue un parto aprovechado.
En la bodega dejé mis datos y me suscribí a su boletín de noticias, así que de tanto en cuanto me llega algún que otro correo con las noticias de la bodega, lo que hace que me acuerde de aquel viaje y de aquel momento yuju. Pero lo del otro día fue un poco más especial, se trataba de una cena especial por el día de San Valentin, con baile y toda la pesca.
Os podéis imaginar el pedazo de momento yuju que me entró....
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