Otra (desastrosa) historia de una contraetiqueta.

Puede parecer otra de mis cabezonadas, pero ¿tanto cuesta hacer bien las cosas?

Haciendo ayer la compra, me encuentro cerca de la pescadería un pequeño puesto con botellas de vino blanco (¡qué raro!) de La Rioja, de la bodega Azpilicueta. Parece interesante, me pongo a buscar las variedades que han podido utilizar para hacer el vino y..., y...., y no las veo. Como lo más seguro es que por tres  veces, tres; se me haya pasado de la vista, le pedí a Paula que me echara una mano, ella ya sabe que se me pasan la mitad de las cosas ( y la otra mitad, también). Nada de nada, una bonita descripción del vino, pero ninguna información, juzguen ustedes:

¿Por qué me interesa tanto saber que variedades del vino? Porque me gusta saber que me estoy bebiendo, me gusta saber si tiene alguna variedad interesante, porque me da la gana... 

En si quizás no dejaría ser de otro (triste) caso de contraetiqueta vacía sin mayor interés que el código de barras para que lo pasen en caja y te cobren, pero mirando la contraquetiqueta de la misma bodega pero de un vino tinto, nos encontramos con esto:

La foto está un poco movida, lo sé, me costó un poco más enfocar la botella para que pudiera salir TODA la información que contenía. Las diferencias, como se puede ver, son muchas, la descripción es quizás menos poética que la del blanco (¿alguien sabe como huele un jardín al amanecer?), pero muchísimo más completa, más precisa, quizás podrían haber especificado el porcentaje de las variedades utilizadas, pero bueno, no está mal del todo.

Me gustaría saber el por qué de estas diferencias, ¿no interesa saber que el blanco es un 100% viura (también conocida como macabeo), o que ha tenido una pequeña crianza de 3 meses en barrica? Porque caber, les cabía, les ha sobrado etiqueta, pero vamos...

Ya son ganas de no querer hacer bien las cosas...