Anda que…, no hago más que publicar la primera parte de la entrega y sale un informe en el que dice que de Enero a Mayo de este año, el consumo de vino ha crecido un 0,5%. Seguimos consumiendo menos vino, pero bueno, parece que nos animamos otra vez. Lo malo es que con las medidas que nos va a atizar el gobierno, no sé si aumentará la demanda por aquello de beber para olvidar, o justo lo contrario, que por el alza de los precios el vino se convierta en un producto de lujo.
Parafraseando a Pérez-Reverte, hay días en los que me dan las entradas del blog hechas, de hecho tengo dos o tres ideas revoloteando, esperando su turno. Sin embargo la de hoy es una entrada complicada, la habré iniciado cinco veces, otras tantas la he rehecho, borrado, cambiado la orientación de las palabras para que nadie se sienta ofendido, cosa complicada porque lo que aquí quiero decir es mi opinión, nada objetiva (ni lo pretendo) por lo que si alguien se siente ofendido, le ruego que no se calle, que ponga un comentario con su opinión, sería un debate muy entretenido.
El sábado salimos a dar una vuelta por ahí, hartos de pasar calor en casa, en la calle por lo menos corría el aire. Ya nos estamos habituando al nuevo barrio, hemos cogido la medida a unas cuantas tabernas donde podemos tomar un buen vino acompañado de algo de comer, no es cuestión de ir haciendo eses por la acera, perro incluido.
Vinos por copas a elegir, ya habíamos probado la nueva añada de Milú y un Bai Gorri de fermentación carbónica (el Milú, buenísimo), pero nos apetecía probar algo nuevo. Descalzos Viejos, un vino de Ronda (Málaga), muy sabroso, rico, repetí copa. A la hora de la dolorosa, cada copa nos salió a 3,30 € (6,60 € en total), precio relativamente decente teniendo en cuenta que la botella está a unos 18 €.
¿Merece la pena gastarse el equivalente a seis cervezas en dos copas del vino? Hombre, me gusta el vino, pero entiendo que es una pasada para mi economía, no me lo puedo permitir todos los días.
Cuando comencé a escribir esta entrada, me planteaba como influye en el precio del vino la calidad de las uvas y su vinificación, el nombre de una marca o el de una bodega, el diseño de la botella y su etiqueta, la publicidad que tienen en los medios o en el boca a boca; las referencias que tiene en una guía o en boca de algún gurúdigno de sentarse entre Baco y Dionisos.
Y es el dolor de cabeza que llevo sufriendo de un tiempo a esta parte, no quiero dar la impresión de que solo cuenta la calidad del vino influye en el precio del mismo, creo que todos conocemos vinos que apenas han pasado por madera con más calidad que aquellos que no han rozado más acero que el de la despalilladorade la bodega, y que el salto de precios es más que curioso.
Es muy difícil por no decir que imposible el conocer el precio justo de las cosas, podemos poner precio a unas horas de trabajo determinadas haciendo un trabajo determinado, no es lo mismo una hora de trabajo de una persona que se pega una riñonada recogiendo uva que el de otra persona que se encuentra en un laboratorio comprobando si se está realizando bien la vinificación, tampoco voy a entrar ahora a valorar si están mejor o peor pagadas. Si podemos opinar si nos parece bien o mal el precio de venta de un vino.
Realizando la compra veo un vino que se llama Castillo de San Simón que no es más que Don Simón embotellado, a un precio de 1,50 € la botella, para mi, un robo a mano armada, sobre todo porque dudo mucho que ese vino pueda llamarse vino, y de ser vino, tiene una ínfima calidad.
Tenemos sin embargo vinos como los de Rueda que por menos de 10 € tienen una calidad impresionante pero que intuyo que tienen poco margen de beneficio para la cadena bodega-distribuidor-vendedor/hostelería.
Tenemos vinos que viven escondidos detrás de una marca o de una bodega que para nada valen el precio que se les impone, y me vais a perdonar que no ponga una marca, no por falta de ganas que las tengo, pero me puede costar un disgusto. Hay también vinos encumbrados por una publicidad o fama adquirida por el comentario de “prestigiosas” publicaciones que pasan a tener precios prohibitivos o irreales en añadas siguientes, en este caso hay un vino de la zona de Extremadura que tuvo un par de añadas muy buenas con unos precios asequibles (menos de 10 €/botella el tinto joven) y que esta añada y la anterior que tiene una calidad más bien mediocre, ha subido el precio.
Pero para mí, los casos más sangrantes los veo en la hostelería. A principios de este año, en buena compañía, fuimos a un local de buena fama en Sevilla, suelen tener una carta curiosa de vinos por copas, pero en esta ocasión íbamos de pico fino y subimos a comer a la carta porque nos lo merecíamos. Lógicamente la elección del vino era cosa mía. De esas cosas que no tienes una cámara a mano, debía de tener la cara de poema, el precio medio de la botella era de unos 20 €, aun cuando esas mismas botellas las servían en el bistró de la planta inferior a un precio mucho más bajo. Pero lo que estuvo a punto de hacer que saliéramos escaleras abajo fue el precio de un verdejo. Reina de Castilla. 40 € la botella. No es una errata. Cuarenta euracos uno puesto tras otro. Ni fermentación en madera, ni edición especial ni botella triple magnum y tiros adicionales. Insisto, Reina de Castilla Vedejo 2.010 a 40 €. La botella suele estar entre los 5 y los 8 €. Asustado, pregunté a la camarera, que me confirmó que ese vino estaba a ese precio. Vi también otros rosados y tintos que no suelen pasar de 18 € en tienda que costaban en restaurante entre los 25 y los 50 €. Este margen de beneficio es directamente inaceptable, ya no solo a mí como consumidor, si no para la propia bodega ya que el margen de beneficio que saca el hostelero es una salvajada.
Pero no solo de la hostelería es la culpa. Será que después de ocho años me estoy aclimatando a tierras del sur y me están enamorando vinos que jamás pensé que me llegarían a gustar. Hay un vino que particularmente me tiene loco, Zancúo de Bodegas La Margarita. A día de hoy la propia bodega no tiene botellas, están todas en la calle. El otro día me hice con una a 11 € (que ya ha caído) en un bar. Tengo conocido, ya no solo por el bodeguero, que las botellas se están rifando, llegando a pagarse entre algunos consumidores hasta el triple, cuando nos encontramos en un año en el que se supone que estamos de crisis. Descabellado, aunque os digo una cosa, el día que saquen la nueva añada, yo voy a estar el primero a la puerta de la bodega, cetme en mano, porque seguro que van a haber tortas por ese vino….
¿Exagerado? Quizás, pero ¿acaso no es lo que hacen los grandes gurús del vino y la publicidad?, ¿nos informamos o nos dejamos llevar? Será la próxima entrega.
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