14/08/2013

Por tierras Helenas (y III): Gaia Wines.

Decididamente tengo que ponerme a estudiar ya inglés. Eso y bajar un par de peldaños mi nivel de pedantería. Si ya en español conforme voy hablando de algo que me gusta me voy “emocionando”, imaginaros lo que puedo llegar a ser con el inglés macarrónico que tengo. Y si ya con la emoción me hubiera atrevido a hablar griego, seguro que me hubieran deportado en el instante.

La segunda (y última) visita a la bodega comenzó con un buen susto. Conducir en Grecia tiene su puntito, sobre todo con nuestro GPS, el colega nos ha metido por todos los caminos de cabra asfaltados que ha encontrado. Es cierto que la zona por donde hemos viajado está plagada de montes y valles, vueltas y revueltas, pero esta afición desmedida a meternos por empinadas cuestas que dejan al Tourmalet y al Angliru en simples cuestecitas, pero que además nos meta por rampas del 16%, estrechas y en sentido contrario te venga un taxi Mercedes, de los anchos…, esta afición del GPS no tiene precio…



Así que con este susto en el cuerpo nos metimos un martes de agosto, a la 1 de la tarde a probar vino griego, sin que el cuello de la camiseta me llegara aún al ombligo…
Gaia Wines tiene dos bodegas, una está ubicada en plena “denominación de origen” de Nemea, y la otra en Santorini. Aunque teníamos la posibilidad de poder probar vinos de ambas denominaciones, dados los sustos de Tom (Tom), decidimos probar solo los vinos de Nemea.

¿Por qué os decía lo del inglés? Pues porque no tengo ni repajolera idea de lo que puedo estar diciendo, mejor, de lo que puedo estar diciendo.

Durante la visita a la bodega, nuestra anfitriona nos enseñó la sala de barricas donde le dio importancia al roble que utilizaba y su procedencia, donde yo quería decir que, mucha gente da más importancia a la procedencia del roble que al propio vino y que me parecía trivial la procedencia del roble si luego no se hace un buen vino; vine a decir una barbaridad del tipo que no me importaba para nada la madera que se utilizaba para hacer vino siempre y cuando bebiera vino… La cara que se le quedo a ella (y que encima era la enóloga…) fue de todo menos divertida. Paula estaba aún un poco boquiabierta aunque enseguida entró en la conversación a matizar (bastante) lo que yo quería haber dicho realmente. Eso y otra comparación con la elaboración de vinos en España y que no venía a cuenta, creo que hizo un poco reticente a nuestra anfitriona, no obstante nos dio a probar sus vinos:

Nótios Blanco 2012, elaborado con dos variedades de uvas, una la Moschofilero de Arcadia (de color gris) y la otra es Roditis de la zona de Corinto (una uva rosada), a las que directamente prensan y apenas pasan un tiempo con los hollejos con el fin de que no coja demasiado color, de hecho queda un dorado pálido muy bonito. Dan como resultado un vino tremendamente floral, aunque también están presentes notas de albaricoques, melocotón, miel. En boca es muy fino, sabroso, se notan muy bien esos sabores a miel.


A continuación pasamos a un rosado, un Agiorgitiko, 14-18H. El nombre hace referencia al tiempo que dejan al vino con sus hollejos (entre 14 y 18 horas) para que adquiera el color rosado que ellos quieren. Verdaderamente lo consiguen, rosado con irisaciones azules. Buena carga de frutas rojas y piruleta, pero le noto que tiene también muchos aromas a flores, muy fino pero persistente. En boca aparece ese sabor a piruleta aunque tiene un sabor algo diferente a nuestros rosados, es quizás algo menos fruta y más flor.



Curiosamente ambos vinos vienen sin corcho, con tapón de rosca. Puede parecer una salvajada, pero teniendo en cuenta que son vinos para consumir en el año, es perfectamente comprensible. Lo que es curioso, según nos contó la enóloga, es que para poderlos importar a Nueva Zelanda, todas las botellas tienen que tener este tipo de tapón, que para un vino del año es comprensible, pero ¿y los vinos con crianza? Rarezas del mundo moderno.

Probamos después dos vinos tintos, el Gaia S hecho con la Agiorgitiko y Syrah, al modo de ciertos vinos de la Toscana (Super Tuscans) que mezclan una variedad local con otra extranjera. Me gustó mucho el segundo trago, cuando ya se había aireado un poco. Sabroso y especiado, complejo, pero más que nada porque estaba algo cerrado, algo de aire le hubiera venido muy bien.

El último vino fue el Gaia Estate, ni se si atreverme a decir el reserva estrella de la bodega. Más carnoso y frutal que el anterior, se encontraba totalmente cerrado, no fui capaz de sacarle todo el rendimiento que tenía, pero algunas visitas son así, creo que de haberlo abierto antes podríamos haber disfrutado de un buen vino.

No obstante fue una visita positiva, pudimos conocer otros vinos, otras variedades, aunque me queda esa espinita de poderlos probar en otra ocasión con menos calor y mejor aireados.



Siempre y cuando Tom no coja el atajo más empinado…

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